METRICOOL

martes, 31 de enero de 2023

SED



Y solo cuando, a duras penas, atinó con rasgada, y casi ininteligible voz, a arañarme los oídos con un soberano “me corro”, fue cuando di mis últimas culeadas antes de vaciar en su interior todo mi néctar, acumulado en mis dilatados y pesados testículos. En mi último envite quedé quieto, en lo más profundo de su mojado coñito, pubis contra pubis, con su clítoris aplastado por los rizos que coronan mi masculinidad, sintiendo como todavía, su vagina se contraía cadenciosamente sobre mi falo, como queriendo extraerle hasta la última gota.

Me deleitaba observando su rostro, cubierto por un rubor rosáceo, cuando consiguió abrir los ojos. Nos miramos fijamente, viendo en el brillo de nuestras miradas la placidez alcanzada por el otro, disfrutando de la serenidad del clímax logrado, cómplices del placer, esbozando una sincera sonrisa de felicidad.

Tragó saliva con dificultad e intentó humedecer sus labios con la punta de la lengua, con poco éxito. Se le había secado la boca, quizá porque su cuerpo llevó toda su humedad a su entrepierna, igual que se seca un pozo cuando, por donde menos se piensa, se le filtra el agua.

Alzó su cabeza, todavía tumbada bajo mi cuerpo, y lamió mi pecho en un arrebato animal, quizá culpándome de su sed, como leona que lanza un zarpazo al macho de la manada después de haber sido cubierta por este, con intención de alejarlo de ella.

Y nuestros sexos recuperaron la paz, mientras la erección cedía y comenzaba a resbalar, arrastrando por sus muslos ese almíbar que nuestras secreciones habían creado.

Me incorporé y, desnudo, le traje un gran vaso de agua con dos tormos de hielo, que bebió de un trago mientras su mirada se perdía en mi entrepierna.

Ven, me dijo, e introdujo un hielo en su boca mientras me cogía por las caderas a la vez que se sentaba en el borde de la cama.

No recuerdo más, solo un frío placer en mi glande, solo que sació su sed.

lunes, 30 de enero de 2023

BALLS



Son las grandes olvidadas, como esos convidados de piedra a grandes eventos, en los que, una vez se han presentado, nadie les hace caso. Ellas demandan caricias, besos, arrumacos e incluso apretones que, dados en el momento oportuno y con la presión adecuada, pueden desencadenar oleadas de rítmicas contracciones en nuestro músculo pubococcígeo, provocando la expulsión involuntaria de borbotones del lechoso elemento, esencia de nuestro género, vaciándonos por completo y dándonos la sensación de ser exprimidos como un cítrico. Más el placer es inmenso.

Por no mentar la inigualable sensación de sentirse agarrado por estos atributos, y que sean tus tirones los que marquen el ritmo de mis embestidas, haciéndome ir y venir a la velocidad que tu excitación demanda.

Aparte, naturalmente, del placer provocado cuando en plena lid, topetean con tu cuerpo al avanzar en tu interior, bañándose en los néctares que tu entrepierna destila.

Sin olvidar el goce de sentirlas aplastadas por tus nalgas cuando me cabalgas desbocada en el punto álgido de tu excitación.

Por todo esto, y por lo que sé que te gusta jugar con ellas, te suplico: nunca las olvides. No lo harás, ¿verdad?

domingo, 29 de enero de 2023

DÍA DE MUSEO



De nuevo, recordando historias del pasado, vino a mi cabeza la cantidad de originales museos con los que me he tropezado en mis viajes. Pero, quizá, uno de los más originales sea el que con este pequeño vídeo ilustro estas letras. Ahí encontrarás curiosidades sobre ellas, diferencias morfológicas y anatómicas, funciones fisiológicas y demás información a cuál más interesante. Confesaré que me resulta inevitable reaccionar, como varón, casi diría que como macho, con la connotación primitiva que el término tiene, ante los recuerdos que, como fotogramas de super 8, desfilan por mi mente. Ahondaré un poco más, si me lo permites, pues no solo es el recuerdo de su imagen, a veces tímido y replegado, frente a otras espléndidamente desplegado y brillante, sino el de su tacto, extremadamente suave y en ocasiones, viscosamente resbaladizo por la aparición de la excitación, el aroma que desprende, que potencia mi brutalidad masculina -reacción más salvaje incluso-, pero sobre todo es el recuerdo de la sensación del contacto con mi cuerpo, cuando, en tu predisposición, asías con deseo mi miembro para masturbarte con él, recogiendo y extendiendo, con la hinchada cabeza brillante, tus jugos endiabladamente placenteros, hasta que, presa de tu propia incontrolable excitación, me consumías por completo exprimiéndome en tu interior.

En fin, volvió a pasar. Mi imaginación me llevó a terrenos que mi piel desea. Aunque quizá sí que pasó. ¿Lo recuerdas?

sábado, 28 de enero de 2023

FIN DE SEMANA




El fin de semana se vislumbra al ocaso de este viernes intempestivo. Atrás quedan los días de duro trabajo y, por fin, llega el merecido descanso. Días para recuperar parte de la energía consumida, días para descansar, días de ocio para compartir y disfrutar. Lo sabes. Quieres aprovecharlos al máximo y, con buena predisposición, te preparas para disfrutarlos de la manera que más te gusta. Los dos lo deseamos. Prepararé para ti una velada especial, cena frugal pero suculenta, regada con un buen vino blanco, aromático y frutal, música suave de fondo, luz de velas y elegantemente vestidos para la ocasión. Disfrutaremos de las viandas y de la conversación que, sin ninguna duda, será interesante e irá tornándose cada vez más tórrida. Tus pupilas brillarán y reflejarán el tintineo de la luz de las velas. Un dulce postre, acompañado de un licor generoso, pondrá fin a la cena. Quizá un café, solo, intenso, fuerte. Quizá una copa de frío cava para refrescar nuestras gargantas y dulcificar nuestro aliento. Y una mirada clavada en tus ojos bastará para que te postres ante mí, con sutileza y sumisión, con humildad y confianza. Levantarás tu cabeza buscando la aprobación en mi gesto y una media sonrisa escapará de entre las comisuras de tus labios. Sabes que ahora comenzará lo mejor. Sentirás mi mano acariciando con delicadeza tu rostro, que ladearás buscando sentir las yemas de mis dedos hasta llevarlas a tu boca. Sentiré la humedad de tu aliento, cálido y salvaje, irregular y boqueante. Me sentaré en el sofá frente a ti y acercaré mis labios a los tuyos para fundirnos en un apasionado beso donde nuestras lenguas se enredarán como yedra alrededor de las ramas, a la vez que bajaré la cremallera de tu vestido para dejarte ante mí apenas cubierta por tu ropa interior de negro encaje. Mirarás con deseo mi bragueta abultada, palpitante, y un gesto de aprobación será suficiente para que te abalances sobre el negro cinturón para soltarlo y desabotonar mi pantalón, para bucear bajo mi bóxer y liberar mi miembro erecto, descubierto, brillante. Pero sería darte tu premio demasiado pronto si consintiese que lo disfrutaras en ese momento plenamente. La noche es larga y te espera todo un calvario de placer, una agonía de gozo, una penitencia de excitación desmesurada, en la que tu sexo llegará a licuarse y tus bragas a empaparse, antes de que te lleve al abismo del orgasmo.

Llega el fin de semana y lo deseas tanto como. Deseas que te complazca y sabes que serás complacida, pero no tengas prisa, la noche es larga, el deseo mutuo y la excitación de los dos salvaje. ¿Quieres que prepare algo especial para cenar?

viernes, 27 de enero de 2023

TAHÚR


Y ante tu arrogancia te propuse un juego de cartas, donde el que perdía se sometía y el que ganaba dirigía. Aceptaste y saqué de un bolsillo de mi chaqueta la baraja francesa, y fue al verme remover las cartas cuando un rayo helado recorrió tu espalda, hasta hacerte casi palidecer, tragaste saliva e inconscientemente una tímida sonrisa adornó tu rostro. Tu inocencia y vanidad te llevaron a pensar que quizá podrías ganarme, cuando este tahúr se había forjado en las más variopintas timbas. Te rendiste antes de repartir, cuando al clavar mis ojos en tus pupilas adivinaste lo que quería y, sin tener que pedírtelo, te sacaste las bragas y me las diste en la mano. Las llevé a mi nariz e inspiré tu aroma, ese olor a hembra necesitada de su macho, ese olor que hizo que mi bragueta se abultara en segundos, lo que no pasó desapercibido para ti. Me acerqué, te cogí por la coleta y tiré de tu pelo hacia atrás, dejando tu cuello a mi alcance, para comenzar a mordisquearlo, subiendo hasta tu boca, donde nuestras lenguas comenzaron a enredarse. Alargaste las manos y soltaste mi cinturón, mientras desabrochaba el cierre de tu sostén, dejando que tus hermosos pechos respiraran libertad. Tus manos liberaron hábilmente mi pene de su cautiverio a la vez que te remangaba el vestido dejando tu sexo al aire, momento que aprovechaste para, subiendo un pie a una silla, frotarte con mi glande. Pronto afloró tu humedad embadurnando viscosamente la cabeza de mi ariete, pronto sentí tus labios resbalando sobre mi verga cuando la movías de abajo hacia arriba sobre tu vulva. Pronto comenzaste a buscar la manera de tenerme dentro. Pronto encontré la forma de empujarme en tu interior. Pronto suspiraste, gemiste, jadeaste, te corriste. Estabas realmente excitada y necesitada. Más mojada aún, te volteé y puse de espaldas, y dejando tus nalgas desnudas ahora fui yo quien te frotaba pasando mi polla entre tus muslos. Apoyaste tus manos sobre el respaldo de la silla. Tus caderas nerviosas describían diabólicos círculos buscando que cayera en tu profundidad, hasta que encontré el momento, encontré el camino, y de un golpe seco entré hasta el final, haciendo que dieras un placentero respingo. Y la erección me llevó a empujar con fuerza, cada vez más rápido, haciendo que tus pechos se bambolearan alegremente. Y cada vez te mojabas más, y cada vez me deslizaba mejor, y cada vez más tu humedad me impregnaba, resbalando por el tronco de mi falo y goteando por mi escroto. Y me sentí ido, confuso, abatido, extasiado y una cachetada hizo que agitaras tus caderas y que comenzara a inundarte con mi esencia espasmódicamente. Y la partida terminó, cuando el almibarado néctar resbalaba por tus muslos, cuando ese olor a clímax inundó la estancia, cuando ese grito de placer me indicó que habías vuelto a correrte, cuando caí sobre tu cuerpo completamente derrotado, cuando esa baraja volvió de nuevo al bolsillo de mi chaqueta. ¿Quieres jugar otra partida?

jueves, 26 de enero de 2023

LUNES LLUVIOSO


El fin de semana acabó y el lunes amaneció lluvioso a través de la ventana de mi dormitorio. Extraños días estos que transforman mi ser, haciendo que el Dominante Señor se recluya, eso sí, después de haber satisfecho todas sus perversiones en los pasados días de descanso, y aparezca el romántico hombre que escondo en algún rincón de mí mismo.

Tu mirada blanca me lo dijo todo cuando, con disimulo, pasaste una pierna sobre mi cuerpo para, poco a poco, ir acomodándote hasta estar montada a horcajadas sobre mí.

Y muy lentamente, comenzaste a interpretar el baile del amor, buscando la sintonía entre tu entrepierna húmeda y mi sexo erecto, hasta conseguir hacer sonar música apasionada con los instrumentos del placer.

El “tempo” aumentó y, cada vez más afinados, la melodía sonó briosa, acompañada de guturales sonidos que la hicieron indescriptiblemente atractiva.

Y el dueto se convirtió en orquesta, donde sonó percusión, viento y cuerda, rítmicamente acompasados, y tus nalgas se convirtieron en timbales, mi cuello en saxofón, tu espalda en arpa. El adagio pasó a andante, subiendo a moderato, llegando a allegro, pasando por presto hasta alcanzar el prestissimo tempo que provocó la eclosión de placer que nos hizo retorcernos el uno sobre el otro en rítmicas acometidas, hasta quedar abrazados.

Y así, complacidos, yacemos en la cama, mientras las gotas de lluvia resbalan por los cristales de la ventana. Retozamos felices y disfrutamos de nuestras caricias mientras nuestros corazones se acompasan y recuperamos el aliento.

¿Te gusta la música?

miércoles, 25 de enero de 2023

MAÑANA DE DESAYUNO


Después de noches de pasión, llegan mañanas de romántico encanto. Tras el desvelo, por ejecutar con la mayor perfección el rito de la cópula animal, llega la luz del alba, que nos despierta y recuerda, desde el estómago, que debemos reponer energías. Y te veo preparando nuestro desayuno, y no puedo evitar abrazarte por la espalda y besar tu cuello, mientras sonríes divertida. Sospecho que te gusta sentirme en tu espalda, aún vestido, tanto como a mí me gusta sentir la tuya. Y tu calor…, y tu olor…, y tu sabor. Y el tejano comienza a incomodarme, tanto más cuanto más se despierta mi sexo dormido. Y lo sientes en tus nalgas, que mueves juguetonamente despertando la ira de Eros. Y mientras mordisqueo tus hombros desabotono tu blusa. Y mientras desabotono tu blusa, desabrochas mi vaquero. Y mientras desabrochas mi vaquero, acuno tus pechos con las palmas de mis manos. Y mientras acuno tus pechos con las palmas de mis manos, liberas mis atributos sobre el elástico del bóxer. Y mientras liberas mis atributos sobre el elástico del bóxer, pinzo tus pezones turgentes. Y mientras pinzo tus pezones turgentes, masajeas mis testículos y agitas mi verga. Y mientras masajeas mis testículos y agitas mi verga, aparto el elástico de tus braguitas. Y mientras aparto el elástico de tus braguitas, diriges mi pene a tu húmedo coñito. Y mientras diriges mi pene a tu húmedo coñito, empujo y froto tu vulva con mi glande. Y mientras empujo y froto tu vulva con mi glande, apoyas una pierna sobre la mesa. Y mientras apoyas una pierna sobre la mesa, empujo y me deslizo por tu interior hasta y el fondo de tu cuerpo. Y gimes. Y jadeo. Y embisto. Y te retuerces. Y me mojas. Y gruño. Y nos corremos como si hiciera siglos que nos deseáramos y no nos hubiéramos visto…

Y abandono tu interior todavía goteando. Y por tus muslos resbalan restos del licuado néctar. Y te vuelves y me besas. Y te abrazo. Y traviesa, me riñes: “se va a enfriar el café”. Y te contesto: “lo pondremos entre nuestros muslos”, y una carcajada escapa de tu garganta mientras sirves la leche. ¿Desayunamos?

martes, 24 de enero de 2023

VELADA


La velada discurrió sin sobresaltos, todo siguiendo el guion previsto. Una charla interesante, ambiente agradable, música suave de fondo, temperatura confortable, luz tenue y unas velas encendidas en la mesa, cuyo tintineo se reflejaba en las, cada vez más dilatadas, pupilas de tus ojos. La cena fue frugal pero sabrosa, regada con unos buenos vinos y un cava frío, para refrescar nuestras bocas del dulce postre con sus burbujas chispeantes.

Hablamos de nuestros gustos e intereses, de lo que nos atraía del otro, de nuestros sueños por cumplir y, cuando sobre la mesa fueron desgranándose, como arrancadas de lo más profundo de nuestros subconscientes, esas fantasías ocultas que todos tenemos, me levanté, abrí un cajón del mueble del salón, y saqué un largo pañuelo de seda negra con el que, sin preguntarte, te privé del sentido de la vista.

No había terminado de anudarlo en la parte de atrás de tu cabeza cuando inspiraste profundamente, como queriendo prepararte para lo que restaba por llegar.

Seguidamente, y con otro pañuelo similar, anudé tus muñecas a tu espalda, lo que te provocó cierta inquietud, que yo calmé con mis palabras.

Perdiste el contacto conmigo y solamente te orientabas por el sonido seco de mis tacones sobre el parquet, por el aroma de mi perfume que viajaba en las suaves brisas de aire provocadas por mis movimientos, por el calor de mi cuerpo cuando me aproximaba a ti. Y cuando sentiste mis labios aproximarse a los tuyos, instintivamente, encogiste el estómago y juntaste las rodillas, como queriendo protegerte de algo que estabas deseando que sucediera. Nos besamos en un desafiante ósculo, de diferentes sabores, tímido pero excitante, inquieto pero premonitorio.

Solo te lo pregunté una vez: ¿Estás preparada?, sí, contestaste con rotundidad, y mis dedos dibujaron la silueta del cuello de la camisa sobre tus clavículas. Deslicé mis dedos con delicadeza y fui desabotonando tu blanca blusa, dejando tu torso al aire. Llevabas un sostén precioso, de suave blonda negra que protegía tus prominentes pechos. Besé tu cuello, tus hombros, dejando que la prenda resbalara por ellos, besé tu escote y solté el corchete que tu sujetador tenía entre las dos copas, liberando tus senos de su opresión, apareciendo tus hermosas tetas ante mi rostro, bellas, suaves, con las areolas tostadas y tus pezones todavía expectantes. Hundí mi rostro entre ellas e inspiré profundamente para comenzar a besarlas con delicadeza, hasta posar mis labios sobre los incipientes botones que las coronaban. Y haciendo círculos sutilmente con la punta de mi lengua sobre tus areolas, éstas se tornaron rugosas y tus pezones se erigieron desafiantes en esos preciosos senos.

Tu respiración había comenzado a agitarse y tu piel estaba cada vez más caliente. El roce de mis labios sobre ella me transmitía como tu temperatura aumentaba a medida que mi boca descendía recorriendo tu anatomía.

Llegué a tu ombligo, que besé con cariño, mientras mis manos corrían la cremallera que tu falda tenía en la cadera. Instintivamente levantaste tu cuerpo, apenas unos centímetros, lo suficientes para que la deslizara por tus piernas y te despojara de ella.

Poniendo una mano en cada rodilla las separé sin que opusieras ninguna resistencia y besé el rincón donde convergen tus muslos, arrancándote un ahogado gemido, a pesar de hacerlo sobre tu suave íntima prenda. El aroma embriagador que emanaba de tu oculta flor despertó mi más primitivo instinto y poniendo mis manos en tus caderas, cogí con fuerza tus bragas y tiré de ellas hasta llevarlas a tus tobillos.

Despertaron mis demonios y la lujuria pervertida se apoderó de mi ser, llevándome a libar con deseo el maná que de tu manantial comenzaba a manar.

Puse mi boca en la cara interna de tu rodilla izquierda y, apoyando ahí la punta de mi lengua, la arrastré sin compasión hasta llegar a tu ingle. Ascendí, intercalando pequeños mordisquitos en tu pubis, para bajar por tu ingle derecha y llevar mi lengua hasta esa rodilla por la cara interna de tu muslo. Suspirabas, y tu respiración agitada encendía cada vez más mi deseo. Hice con mi boca el camino de vuelta, hasta llegar a tu secreta flor. Y comencé a circunvalarla con mi lengua, pasando indiferente, al norte de tu cuerpo, por encima de tu caramelito de placer, alcanzando, al sur, tu perineo. Una y otra vez, como mortificante pena que te llevaba a no poder evitar mover tus nalgas en la silla buscando que el roce fuera más intenso, más fuerte, más salvaje, más sexual. Tus labios vaginales se habían desplegado y brillaban preciosos y, con suavidad, los rozaba con mi lengua haciendo que tu placer aumentara. Llevé mi lengua a esa tierra de nadie que tienes entre tu ano y tu sexo. La apoyé por completo y, presionando la arrastré, ascendiendo despacio, desplegando todos tus pétalos, recogiendo tu excitación acumulada, haciendo que tu coñito explotara como un bombón de licor, hasta llegar a tu clítoris, que abracé con mis labios y succioné de un golpe fuerte y seco, arrancándote un grito de placer sublime. Dibujé geométricas figuras sobre tu pequeño apéndice, que asomaba por completo debajo de la piel que lo protege, terso, turgente y desafiante.

Y apoyé mi lengua sobre él, dejándola inmóvil. Y cuando menos esperabas, presionando con fuerza sobre ti, la arrastré descendiendo por el centro de tu intimidad, terminando de abrir tu cuerpo en canal, pero al llegar al centro de tu sexo me detuve, tensé mi lengua y te penetré con ella, empujando todo lo que pude mi cara contra tu entrepierna, haciendo círculos imposibles en tu interior, acariciando todas tus paredes vaginales, mientras apretabas mi rostro con tus muslos y gemías con desesperación. Cuando intuí que estabas a punto de caer en el abismo de tu clímax, continué mi camino, descendiendo por tu cuerpo, llegando a tu perineo, y desde ahí, sin detenerme, levantando y separando tus nalgas con mis manos llevar esa mezcla imposible de flujos y saliva hasta tu ano, donde comencé a jugar con tu prohibido agujerito, lamiéndolo con deseo.

Te estremeciste al sentir mi lengua en ese rinconcito de tu cuerpo, pero te serenaste de inmediato, relajando tu cuerpo y permitiéndome jugar con él.

Ascendí de nuevo y comencé a lamer tu coñito, empapado por completo, sorbiendo tus labios vaginales hasta que resbalaban de mi boca y volvían a su lugar, succionando tu clítoris con fuerza, mientras la yema de mi dedo índice masajeaba tu ano. Comenzaste a mover tus caderas hacia mí, y mi lengua aceleró sus movimientos, sentía tu esfínter todavía contraído y lo presionaba con suavidad mientras hacía círculos a su alrededor. Tus suspiros se convirtieron en gemidos, tus gemidos en jadeos y esos jadeos en un desgarrador aullido de placer cuando comenzaste a correrte sin remedio, momento en el que relajaste tu ano y la yema de mi dedo invadió tu interior, arrancándote un gruñido de placer que me estremeció. Tus rodillas me tenían preso entre tus muslos, hasta que poco a poco, fuiste relajándote y dejándome ir.

Me incorporé y puse a tu espalda, mientras recuperabas el aliento. Besé tu cuello y, sin soltar los pañuelos de seda que te tenían inmóvil y ciega te pregunté: ¿Ha alcanzado tus expectativas?

lunes, 23 de enero de 2023

SQUIRT


Y mientras te retorcías de placer, clavabas tus uñas en mi espalda, dejándome magullado como un gato después de una pelea, hasta que, poco a poco, tus caderas fueron apaciguándose, el temblor de tus piernas fue cesando, tu corazón relajándose y tu aliento serenando. Y todo empezó como un simple juego de habilidad, con tu retadora apuesta “¿a que no eres capaz?, dijiste”, y comencé a acariciarte lentamente mientras los dos yacíamos el uno junto al otro, desnudos sobre mi cama. Pronto tus hermosos pechos dieron muestras de agradecimiento, cuando los dorados botoncitos que los coronan comenzaron a erigirse vigías sobre tu anatomía. Y pronto sentí la humedad que me guiaba hacia el manantial que ocultabas entre tus muslos. Bordeando tu vértice oculto con la yema de mi dedo índice, lentamente sentí los pétalos de tu flor abrirse, impregnada del rocío de tu excitación. Mas seguí dibujando tu cuerpo, recorriendo tus ingles, tu perineo, tu pubis, con la yema de mi dedo, hasta hacerlo vibrar sobre tu, todavía oculto, caramelito más sensible. Mi dedo iba y venía, apenas rozando tus pétalos cada vez más espléndidos. Pero no fue hasta que, vibrando como estaba sobre ese precioso clítoris descubierto y, resbalando mi dedo por el centro de tu cuerpo, extendiendo tu maná, desplegando por completo tu flor, hasta llegar a tu prohibido esfínter, cuando un gemido ahogado se escapó de tu garganta. Y entendí que estabas preparada para seguir buscando entre tus muslos, primero con un dedito, suave, despacio, dejando que con los movimientos de tus nalgas pidieras más, momento en que fueron mi dedo corazón y anular los que cogieron el relevo. Con las yemas resbalando por la cara anterior de tu interior, sintiendo tus paredes, hasta hallar esa rugosa y protuberante zona para acariciar. Masaje interno con las yemas de los dedos, moviéndolos, al principio, muy lentamente, de atrás hacia adelante, una y otra vez, hasta ser tus caderas las que llevaban el ritmo. De abajo hacia arriba, aplastándolo suavemente, mientras tu respiración se agitaba, tu tez se sonrojaba y comenzabas a mojar mi mano. Aumenté el ritmo, la fuerza de los movimientos, la velocidad, la intensidad del roce de mis dedos, y tus nalgas bailaban alrededor de mis apéndices como eje central del equilibrio de tu goce, y me susurraste “siento como ganas de hacer pis”. Palabras que indicaban que estábamos en el camino correcto, y te contesté “aprieta fuerte tus nalgas” al tiempo que aumentaba al máximo la velocidad de las caricias. Tu respiración comenzó a agitarse inusitadamente, tu corazón latía desbocado, tus piernas comenzaban a temblar, tus caderas se arquearon mientras tu cuerpo tiritaba y tus uñas se clavaban en mi espalda, a la vez que jadeabas y un tsunami de tu fluido más exquisito comenzaba a manar de entre tus muslos, salpicando mi pecho y empapando mi cama. Cuando tus piernas soltaron mi brazo me zafé de ti, al tiempo que te serenabas, recuperabas la calma, y te susurraba al oído “fui capaz, ¿cuál es el siguiente reto?”

domingo, 22 de enero de 2023

SIN PALABRAS


A veces no es necesario hablar. Sentir mis labios en tu nuca, sentir mi barba arañando despacio tu columna, sentir mis dedos deslizándose bajo los tirantes de tu vestido, sentir mi aliento, sentir mi cuerpo. Sentirme detrás de ti, oliéndote y buscándote. Sentirme provocador y hombre. Sentirme con más ganas que nunca para complacerte. Pues sin hablar, solo sintiendo, sientes mi deseo y sientes como tu cuerpo me desea. Y deseas que tu vestido caiga, que mi boca mordisquee tus hombros, que mis manos resbalen por tus costados y que mi barba te erice la piel y provoque un escalofrío en tu columna cuando la sientas frotarse sutilmente con tu espalda, hasta llegar a tus poderosas nalgas. Ahí estará tu poder, negando el paso o facilitándolo, separando tus muslos, arqueando tus caderas, dejando accesible toda tu feminidad para hacerte mía. Y esperaré a que gires la cabeza y me mires, pidiéndome con tus brillantes ojos que no me detenga. ¿Me mirarás?

LA TÉNUE LUZ DEL ALBA

La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...