METRICOOL

viernes, 13 de enero de 2023

NOCHE DE BESOS


La noche ha caído y el deseo aumenta. Oscuridad y celo van de la mano bajo las sábanas mudas que presencian nuestro encuentro. Noche de besos.

Noche mágica en la que el calor de nuestros cuerpos templa nuestro espíritu. Aterciopelada piel la tuya, sobre la deslizo con delicadeza mis dedos, disfrutando de tu extrema suavidad. Espalda que arqueas como una gatita, cuello que muestras en actitud oferente, sexo que mojas con descaro.

Impertinente erección la que exhibo entre tu cuerpo y el mío, brillo en tus ojos de deseo, ansia en tus manos, que me sujetan y agitan con lujuria.

Muslos inquietos, cuerpos calientes, respiración agitada y corazones acelerados, cóctel lascivo que riega amantes deseosos del placer de la cópula, del goce del sexo, de la posesión y la entrega de la delicia del otro.

Caderas que empujan, piernas que abrazan, humedad, calor, sudor, pezones marcados, falo dispuesto, empujo, me arañas, te muerdo, me miras.

Gimes, jadeo, aumento el ritmo, clavas en mis nalgas tus talones, te invado hasta el fondo.

Te agitas, te froto, gritas, me mojas, te corres, te sigo, bramo, te inundo.

Te miro, me besas, me apoyo en tu pecho, acaricias mi cabeza.

Oigo tu corazón recuperando la calma mientras tu sexo me suelta y resbalo de tu interior.

Me miras, te beso, sonríes, asiento.

¿Te apetece tomar algo o preparo la ducha?

jueves, 12 de enero de 2023

LUNES


Todos los lunes anuncian la entrada de una nueva semana, y como todo lo que comienza, se anuncia tierno, inocente, dulce, y poco a poco va ganando intensidad, pasión, color, despertando bajo nuestros ombligos deseos carnales. Los besos suaves mutan en apasionados ósculos que provocan que de los manantiales de los rincones privados de nuestros cuerpos manen los más exquisitos elixires. Besos que guían las caricias, caricias que prenden fuego la hoguera que se intuye en el vértice donde convergen nuestros muslos. Calor que nubla nuestro entendimiento, dando paso a la lujuria desatada que se apodera de nuestra voluntad, deseando celebrar la comunión de la mortal carne, primitivo rito en el que los cuerpos de los amantes se funden en uno solo.

La serenidad se convierte en ansia, que grita bajo nuestros ombligos con desesperación, exigiendo la liberación de las prendas que ocultan nuestros sexos, que oprimen con incomodidad mi erección, que mantienen la humedad cálida de tu vulva.

Calor sofocante que asciende por nuestros pechos llevándonos a mostrarnos desnudos sin adornos. Belleza sincera la de las anatomías de dos amantes que se desean, mirándose fijamente a los ojos y alargando las manos buscando el esplendor de la excitación que radiamos.

Cópula íntima y entregada la que celebramos entre abrazos, caricias, besos, envites, temblores, gemidos y jadeos. Orgasmo multicolor el que alcanzamos cayendo rendidos y complacidos.

Todos los lunes comienzan inocentes, como nuestros besos. ¿Y tu lunes cómo ha comenzado?

miércoles, 11 de enero de 2023

HO..., HO..., HO...


Como todos años por estas fechas, ya he leído las cartas que, niños y mayores, me envían y en las que me manifiestan los regalos que les gustarían recibir. Miramos con distancia los tiempos pasados, y ponemos la vista en el horizonte del nuevo año que estamos a punto de estrenar. Pero no me pondré melodramático, son fechas de celebraciones, de reencuentros, de festejar la amistad y estrechar lazos con los más próximos.



Y retomando el tema de los regalos que, al fin y al cabo, es lo que me hace abandonar por unas horas mi Laponia natal, para poder repartirlos por los hogares de todos los ilusionados mortales, os haré una confidencia sobre una carta que recibí este año. Una carta especial.

Antes de leerla confesaré que me dispuse a ello con mi inocente mente en modo infantil, pero en cuestión de segundos mi actitud cambió, mi temperatura corporal subió, mi sexo se excitó y mi cándido pensamiento tornó en un oscuro y lascivo deseo.

“Querido Santa, este año he sido una buena chica” comenzaba la carta, para continuar con “creo que me merezco unos regalos singulares, especiales, que me reconforten y me gratifiquen, que me ilusionen y me satisfagan, que apaguen o aviven las brasas que guardo entre mis muslos”. Irremediablemente, fue leer la presentación y me dispuse ojiplático a leer con más atención todavía.

“Me gustaría que me trajeras unas esposas, pero no unas de esas forradas de peluche, no, yo quiero unas metálicas, como las de verdad, para que me las pongas e inmovilices mis manos, para que me engrilletes al cabecero de la cama con ellas, para que me hagas retorcerme de placer y no pueda liberar mi excitación por mí misma, teniendo que contenerla hasta que quieras facilitarme el clímax.

También me gustaría que me trajeras un antifaz, de cuero negro, pero no de esos para enmascarar el rostro, no, yo quiero uno de los que te privan de la vista, para que, cuando me pongas las esposas solo pueda oler tu cuerpo excitado.

Además, estaría genial que me trajeras un flogger, pero no uno de esos de juguete, no, yo quiero uno con las colas de cuero curtido, para que cuando, con el antifaz puesto me engrilletes a la cama, azotes mis nalgas hasta ponerlas sonrosadas.

A todo esto, habría que añadirle un plugin anal, pero uno de esos de silicona no, yo quiero uno metálico, para que después de haberme puesto el antifaz, después de engrilletarme a la cama, después de ponerme el culo sonrosado, lubriques mi ano y me penetres con él, sintiendo el frío acero en los anillos de mi culo, dilatando mi esfínter y preparándolo para recibirte, si lo consideras conveniente.

Se me ocurre que sería buena idea que complementaras los regalos con un dildo, pero no uno de esos rígidos y aburridos, no, yo quiero un dildo de los llamados conejito rampante, para que cuando me tengas ciega, engrilletada a la cama, con el culo sonrosado y el ano penetrado, lo hagas vibrar sobre mi vulva y mi clítoris, provocando dulces contracciones en mi esfínter y mi vagina.

Ups, disculpa Santa pero, por último, casi se me olvida, podrías traerme también un anillo, pero no uno de esos anillos para los dedos, no, yo quiero un anillo de silicona para que te lo pongas en la base del pene y haga que tengas una erección animal, para que cuando me tengas privada de la vista, inmovilizada con las esposas, con el culo sonrosado, el ano invadido y el clítoris palpitando, me penetres desde atrás igual que un potro en celo haría cubriendo a su yegua preferida.”

Así que, como podrás comprender, cuando terminé de leer la carta tenía la verga dura como una piedra, tenía la respiración agitada, tenía el corazón acelerado y tenía unas ganas inmensas por entregar personalmente esos regalos.

Los envolví con mimo, pensando en la destinataria y, después de dar de comer y beber a Rudolf, mi reno favorito, delegué el reparto del resto de juguetes a los elfos que amablemente me ayudan y me puse en marcha para hacer esa especial y personal entrega.

Llegué a la casa de la ilusionada mujer que, esperaba impaciente mi llegada, sentada en el salón. No tuve que deslizarme por la chimenea, pues al oír las campanillas de los renos en el jardín, abrió la puerta de su casa y me recibió, apenas ataviada con un provocador camisón lencero de color rojo.

Cortésmente nos saludamos y le hice entrega de sus regalos, pero, antes de que fuera a despedirme me indicó, espera Santa, quiero abrir los regalos contigo.

Omitiré detalles, dadlos por obvios, pero los renos se pusieron nerviosos cuando oyeron los gemidos, jadeos y gruñidos que salían de nuestras gargantas cuando, con mi miembro enervado e hinchado con el anillo en su base, la penetraba desde atrás, golpeando rítmicamente su cuerpo con mis testículos, que se bamboleaban en cada acometida, al tiempo que la masturbaba con el vibrador, aplastando su clítoris con la punta del mismo a máxima velocidad, mientras su ano movía la parte que del plugin asomaba fuera de su cuerpo con sus contracciones, al tiempo que acariciaba sus sonrosadas nalgas, consolándolas por la intensidad de las sensaciones que las colas del flogger le habían imprimido en sus rotundos glúteos, y ella estiraba su cabeza hacia atrás, respirando agitada bajo el antifaz de cuero negro que no la dejaba ver absolutamente nada.

Noche mágica la que vivimos, sobre todo cuando alcanzamos un clímax simultáneo, arrancando un jadeo estremecedor de su interior y un bramido ahogado de mi garganta, haciéndome caer sobre ella cubriendo su cuerpo con el mío, mientras sus contracciones terminaban de extraer hasta la última gota de mi néctar, momento en el que Rudolf, testigo de los sonidos provocados por nuestra excitación, comenzó el ritual de la berrea contagiado por nuestro primitivo celo.

Espero que el año que viene te portes tan bien como este que termina. Si eres buena te traeré más regalos especiales.

Te deseo los mejores orgasmos para el próximo año.

¿Te portarás bien?

martes, 10 de enero de 2023

NUBES


¿A qué huelen las nubes?, no lo sé. Lo que sí sé es el embriagador y excitante aroma que desprenden tus bragas. Excitante escena la que se produce cuando, sentados frente a frente y mirándote fijamente a los ojos, te pido que me entregues tu íntima prenda. Más excitante todavía es disfrutar de la escena al ver cómo, con disimulo y habilidad, y sin distraer tu mirada de mis ojos, las desencajas de tus nalgas y deslizas por tus piernas, sacándolas con cuidado de tus pies, vestidos con zapatos de tacón. Aumenta la excitación cuando, generosamente, las pones en mis manos e inevitablemente, las llevo a mi nariz, para inspirar profundamente ese almizcle, esa brea, ese incienso, ese almíbar que, sutilmente impregna la blonda de tu prenda.

Más que suficiente para enervar mi miembro, que impertinente abulta visiblemente mi bragueta. Erección en la que fijas tu mirada y, descarada, separas tus muslos, mostrándome sin vergüenza tu sexo que, expectante, brilla por la humedad que de tu interior aflora.

Nuestros ojos dicen lo que nuestros labios callan, nuestros sexos gritan.

Te tiendo la mano, la coges, me acompañas, sabiendo lo que te depara e intuyendo que, quizá, caigas presa de mi deseo y tu libido antes de franquear el umbral del dormitorio.

¿Vamos? 

lunes, 9 de enero de 2023

TU AMANECER


Si ayer fui yo el débil hombre que no pudo contener su excitación cuando el alba interrumpió mi descanso, hoy eres tú la que amaneces encendida cual hoguera, albergando en tu interior las brasas candentes de la pasión por satisfacer.

Y sin contemplaciones me miras, como una pantera, te acercas sin disimulo y me montas con descaro, cabalgándome con el ansia que tu excitación dicta, acompasando tus caderas al ritmo de los acuosos sonidos que nuestros sexos emiten cada vez que con armonía, dejas caer tus nalgas sobre mis pelotas.

Endemoniado movimiento el de tu culo, que retuerce mi erecto falo en el interior de tu cuerpo hasta que te sorprende el calor del clímax multicolor que experimentas, aumentando la velocidad de tus cadenciosos vaivenes hasta arrancarme la última gota de mi esencia.

Satisfecha quedas, yo sorprendido, los dos complacidos. ¿Vienes de nuevo?

domingo, 8 de enero de 2023

AMANECER SOLITARIO




Hay días que, cuando la luz me llama a despertar, mi cuerpo te extraña. Mañanas en que mi sensible piel está más sensible todavía. Tengo la mala costumbre de dormir sin pijama y, en ocasiones, me visitas en sueños en los que nos entregamos a excitantes sesiones de besos, caricias y roces, a cuál más estimulante. Y mi cuerpo se confunde, y mi sexo crece, y la suavidad del lino de mis sábanas se convierte en perturbadora provocación en mi glande, que se hincha impertinente, haciéndome mover las caderas inconscientemente, buscando tu cuerpo para poseerlo. Y en ese juego de creer sentirte, de creer olerte, de creer tenerte, creyéndome en la entrada al paraíso del vértice de tus muslos, alguna vez he despertado por la humedad de mi esencia resbalando por mi abdomen y ese dulzón olor del semen recién expulsado y, erecto todavía, me levanto a media noche para limpiarme y cambiar las sábanas.

Hay días que, cuando la luz me llama a despertar, mi cuerpo te extraña. Y despierto confundido, con el vago recuerdo de haberte hecho mía en sueños, pero con la turgente y real erección que me recuerda que ahora quiero amarte de nuevo. Y en ese preciso instante apareces, mesándote el cabello, con un vaso de agua en la mano, completamente desnuda y con una sonrisa entre tus labios. Y esto me indica que, anoche, quizá nos amamos. Y entonces clavas tu mirada en las sábanas que, empujadas por las palpitaciones de mi sexo, se mueven insinuantemente. Y tu sonrisa se amplía, y dejas el vaso, y te acercas, y te toco, y te mojas, y me montas, y cabalgas, y galopas sobre mí hasta quedar satisfecha. Hasta arrancarme de nuevo el viscoso trofeo de mi esencia.

Hay días que, lo que yo creí sueños fueron realidades. Pero hoy, confundido, me pregunto ¿estás ahí?

sábado, 7 de enero de 2023

TARDE DE DOMINGO




De todas las maneras que se me ocurren para comprobar tu predisposición a recibirme esta es una de las que más me gustan. Pasar mi mano entre tus muslos para acariciar con las puntas de mis dedos tu íntimo tesoro. Y sentir la calidez, la suavidad, la humedad de ese rincón de tu cuerpo, hacen que mi masculinidad reaccione, se manifieste y desee comprobar lo profundo que puedo llegar dentro de ti. Sentir como mueves tímida tus caderas, buscando frotarte con las yemas de mis dedos, separando tus labios vaginales, impregnando mi mano con tus flujos y extendiéndolos por tu vulva para facilitar la fricción de mi erección en tu sabroso túnel de placer. Y hoy, tarde de domingo, no se me ocurre nada mejor que hacer que, reclinarte y comprobar si estás preparada para recibirme y, si así lo siento, sujetarte por las caderas desde atrás y, de un empujón seco pero comedido, hacer que mi verga te penetre hasta que mis testículos topeteen con tu cuerpo. No se me ocurre nada mejor para una tarde de domingo ¿Y a ti, se te ocurre algo mejor?

viernes, 6 de enero de 2023

AMANECERES



Hay amaneceres encendidos, otros perezosos. Hay mañanas enérgicas, otras relajadas. Hay despertares acompañados, otros solitarios. Pero cuando el alba nos sorprende encendidos, enérgicos y acompañados, los astros se alinean, quizá por el recién estrenado solsticio de verano, tornando nuestras pieles sensibles a los dulces estímulos de la persona que ha compartido luna y lecho con nosotros. Esa misma persona que, justo después de comenzar la vigilia que la luna impone y, cuando baña con su brillo sordo los cuerpos desnudos, comienza el íntimo ritual del acercamiento prudente, buscando paso entre los muslos, buscando calor en los rincones, buscando la humedad del manantial, buscando la lanza erguida a la que asir el deseo por colmar.

Y tras satisfacer, bajo la mirada discreta de las estrellas, los deseos más inconfesables, el descanso merecido nos llevó de la mano hasta la luz impertinente del incipiente sol, del despertar del día, que nos sorprendió encendidos, enérgicos y acompañados, llevando nuestros cuerpos a ese estado de excitación serena, tranquila, mantenida, que nos hace deslizarnos sobre las sábanas buscando la aterciopelada piel, el dulce calor, la untuosa humedad y la candente rigidez.

Hasta sentirte montada sobre mi muslo, a horcajadas, frotando tu pubis contra mi cuádriceps, mientras boqueas como un pececito besándome el pecho, el cuello, el rostro. Mientras acaricio tus nalgas y tu espalda con las yemas de mis dedos, mientras arañas con tus pezones mi torso. Somnolientos placeres que aumentan el calor, mientras la intensidad de la luz sube, mientras el deseo se desborda cuando llego a sentir mi muslo mojado al ritmo de tus vaivenes, al compás de tus gemidos, al son de las palpitaciones de mi miembro erecto y salido.

Hasta voltearte y ponerte boca abajo, separando tus muslos con una rodilla y descansando mi cuerpo sobre ti, sujetando tus manos por encima de tu cabeza, buscando con mi ariete la forma de entrar en ti a la vez que arqueas tus caderas y elevas tu redondo culo.

Místico encuentro el que se da cuando tu cuerpo me recibe, abriéndose al paso de mi verga que te invade hasta lo más profundo. Cuerpos inmóviles que en tántrico encuentro yacen, sintiendo y disfrutando de la quemazón de nuestros sexos, de las palpitaciones, contracciones y temblores de tus músculos vaginales sobre mi duro miembro.

Y empujo con fuerza tras los minutos de sincronización de nuestros sexos, entrando un poquito más en ti, sintiendo en mis testículos tu deliciosa humedad. Y gimes, retorciéndote y comenzando a agitar tus nalgas, dibujando diabólicos círculos y vaivenes, estrujándome la verga en tu interior cuando presiono contra tus nalgas mi cintura.

Hasta que comienza el salvaje ritual del sexo animal y primitivo, retirándome de tu interior con lentitud para desesperación de tu coño ardiente, que busca y pretende tenerme prisionero cuando solo sientes mi glande entre tus labios vaginales.

Lanzando tu culo hacia atrás, queriendo recuperarme, cuando avanzo con fuerza, penetrándote de forma brutal pero sin dificultad por tu generosa lubricación.

Y mis huevos chocan contra tu cuerpo una y otra vez, y tus jadeos me arrancan gruñidos de placer cuando mordisqueo tu nuca y siento como te contraes sobre mí.

Y suplicas, y ruegas por tu clímax, y te ayudo masturbando tu turgente clítoris con mi mano que acabo de deslizar bajo tu vientre, hasta que siento que te abandonas al abismo del placer sublime con jadeos explícitos, momento que aprovecho para, con unas rápidas e involuntarias culeadas, regar tu interior con el néctar lechoso de mi masculinidad.

Y se hizo el día, y se calmaron las ganas, y se abrió el apetito.

Preparo café, una ducha, la prensa, desayuno en la cama.

¿Hay mejor manera de comenzar un domingo?

jueves, 5 de enero de 2023

DESVELADO


Aún no sé muy bien por qué, pero apenas eran las cinco y media cuando, desvelado, me levanté a beber un vaso de agua. Hasta entonces había dormido profundamente, no en vano, mi cuerpo había quedado exhausto después de habernos complacido mutuamente en varias ocasiones. Anoche estabas especialmente excitada y nada parecía satisfacerte por completo. Fue un intercambio apasionado de miradas, besos, caricias y orgasmos, a los que llegamos, al principio, cada uno por un lado, pero más tarde de manera perfectamente sincronizada.
Tus gemidos al tomar la delantera en el contador de clímax auguraban una larga sesión de buen sexo, y tu risotada, cuando dejaste de hiperventilar, mientras me decías: -uno a cero-, me hicieron presagiar lo que así ocurrió.
Y tomaste la iniciativa, con una pícara sonrisa entre tus labios y la demoledora frase –vamos a por ti-, llevándome en pocos minutos a perder el control de mi excitación.
Sonrisas, y una ducha cómplice, nos llevaron de nuevo al tálamo del amor. Y ahora quisiste que fuera yo quien sucumbiera primero al placer. Segura de ti misma, y tumbada sobre mí, comenzaste a besar mi rostro, mi frente, mis mejillas, mi barbilla, mis pómulos, mis párpados, hasta que nuestras bocas se encontraron y nuestras lenguas se enzarzaron en una húmeda y resbaladiza lucha. Pero fue cuando sentí tus pezones rozando mi pecho, cuando mi pene entró en erección, frotándose con tu cuerpo, cuando instintivamente, elevé mis caderas, y al sentir mi ariete buscando la entrada de tu cueva, con destreza lo evitaste. Mis manos acariciaban tu espalda como si de un arpa se tratara, apenas rozándote con las yemas de mis dedos, subiendo y bajando por tus costados, por tu columna, desde tu nuca hasta tus nalgas, mientras poco a poco, sin entender qué pasaba, sentía tus tetas arrastrarse por mi torso e iba perdiendo el contacto con tu cuerpo, salvo con tus manos, que estaban estiradas a lo largo de mí, en contado con las mías. Mientras, descendías recorriendo mi busto con la punta de tu lengua, besando mi cuello, mis clavículas, mi pecho, mi abdomen. Jugando con mi ombligo hasta que sentí tus labios sobre mi glande y como, hábilmente, al darle unos besos, me invadió una cálida humedad y lo abrazaste con tus labios, succionándolo y tirando de él hasta que resbaló de entre tus labios, lo cual provocó que se hinchara todavía más. Lo buscaste de nuevo y dejaste caer tu cabello sobre él, jugaste con la punta de tu nariz, sentí tu aliento y tu lengua, provocándome un placer indescriptible, sobre todo cuando jugueteaste con la parte del siempre sensible frenillo, recorriendo cada arruga, cada centímetro del tallo de mi verga, completamente enervado, hasta hundir tu cabeza sobre mis huevos, lo que me hizo, instintivamente, encogerme y gruñir, lo cual debió parecerte suficiente señal para seguir. Me sentí devorado por ti cuando, desorientado por el placer, sentí como engullías mis huevos con avidez, aunque ese exagerado gusto me impedía reaccionar.
Extraña sensación se produce, de intensísimo placer, que te lleva casi a dudar de si quieres seguir y terminar o que te dejen reposar, cuando las terminaciones nerviosas están hipersensibilizadas. Pero tú no estabas dispuesta a soltar tu presa y yo quería seguir.
Sentí, a la vez, una extraña humedad a lo largo de mi pierna derecha. Me habías impregnado con tus flujos, según ibas descendiendo, según te ibas restregando contra mi muslo, excitada como una perra en celo.
-Date la vuelta y ven aquí, te dije con voz ronca, y entendiste mi orden inmediatamente, poniendo tus rodillas una a cada lado de mi cabeza y ejecutando un magistral sesenta y nueve.
Alargué mi lengua y la tensé todo lo que pude, y de un lengüetazo recorrí tu entrepierna desde tu clítoris hasta tu ano. Estabas completamente empapada y desprendías un aroma que me excitaba aún más, el de tu cuerpo recién duchado y totalmente excitado. Estiraste tu columna mientras guardabas el equilibrio con tus manos sobre mis rodillas, hasta que recordaste mi verga erecta, que palpitaba frente a ti.
Te inclinaste sobre ella y comenzaste a engullirla con ambición, mientras yo desplegaba tus labios vaginales con mi lengua. Te sentía especialmente húmeda. Busqué tus pechos con mis manos, que caían de nuevo sobre mi cuerpo, acariciando tus costados y deleitándome con tus rotundas nalgas. Sentí en mi lengua tu clítoris hinchado, y le di unos golpecitos con ella, antes de empujar contra tu rajita, antes de penetrarte con mi húmedo apéndice, antes de hacer círculos en tu interior recorriendo todas tus paredes vaginales, antes de arrastrarla hasta tu ano y, mientras separaba tus nalgas con mis manos, lubricar tu esfínter y acariciarlo dibujando círculos sobre él.
Debía gustarte, pues contrajiste con fuerza tus músculos y aumentaste el ritmo de tu boca sobre mí. Masajeabas mis testículos con una mano mientras girabas tu boca y tu lengua con mi polla en su interior. Y yo te correspondí aumentando el ritmo y las caricias. Abrí la boca y succioné tus labios vaginales, que colgaban distendidos, tirando con delicadeza de ellos mientras un dedito comenzaba a presionar sobre tu ano. Fue el detonante que te hizo comenzar a moverte endemoniadamente, haciendo círculos con tus caderas, mientras mi dedito se hundía en tu esfínter y te sentías follada doblemente, por mi lengua y por mi dedo. Y en esas embestidas de tus nalgas comencé a mover mi cabeza entre tus muslos, intentado transmitirte el movimiento y la vibración a tu interior, hasta que, desquiciada, comenzaste a jadear mientras me mojabas completamente el rostro.
Pero seguiste en tu empeño de ordeñarme y acto seguido lo conseguiste, exprimiéndome y vaciando la lechosa carga de mis huevos en tu boca, tensando mi cuerpo, queriendo dártelo todo mientras me contraía una y otra vez bombeando mi líquido fuera de mí.
Sudorosos, poco a poco fuimos recuperando el aliento, hasta que, humilde, asumiste que habías vuelto a correrte primero.
-Dos a cero, te dije sonriendo, pero los tiempos iban acompasándose poco a poco y, si no fue en el tercero, fue en el cuarto, que la llegada al clímax fue de la mano.
El asunto es, como te decía al principio, que no sé por qué razón me desvelé a las cinco y media de la madrugada, el caso es que, de vuelta a la cama, te vi durmiendo plácidamente y no pude evitar acariciar tu rostro y pensar en mis adentros: “la cara de inocente niña que tiene así, dormidita, y lo bien que me folló anoche”. Pero bueno, eso quizá pudiera dar para otra historia, ¿no te parece?

miércoles, 4 de enero de 2023

MONOTONÍA


Hay días monótonos y aburridos, pero hay momentos inquietantemente excitantes, como cuando la desesperación del ansiado placer se apodera de ti y vienes en mi busca rogando que aplique en ti mis más pervertidas artes.

Deseosa y curiosa por el qué se sentirá cuando me adueñe de tu cuerpo, siempre con el fin de proporcionarte el más exclusivo de los placeres.

Cuando tu memoria recuerda nuestro último encuentro, en el que te ejercitaste para tomar consciencia de tus músculos internos y, sorprendida, comprobabas el placer que eras capaz de sentir, contrayéndolos y relajándolos, obedeciendo la cadencia que mis susurros te marcaban.

Siempre con la sensación de desear seguir, según experimentabas el calor en tu entrepierna, el aumento de fluidez en tu interior, el desplegar de tus pétalos tímidamente, la progresiva turgencia de tu clítoris, la quemazón de tu esfínter.

Acompañando cada contracción con una cálida oleada de placer que invadía tu bajo vientre, con un gemido inconsciente, hasta que, sin preverlo, tu sexo palpitaba rítmicamente y un impertinente orgasmo se adueñaba de tu voluntad.

Y quedando satisfecha, pero con ganas de más, te preguntabas ¿Cuál será el siguiente paso?

Y hoy quieres saberlo, y sentirlo, y probarlo, y disfrutarlo. Y sabes que, en nuestro íntimo y consentido encuentro, tu cuerpo gozará el placer de lo exquisito y, contrayendo y relajando, deseará sentirse invadido, sensación intensa y excitante que, con tu predisposición y confianza te llevará a un clímax sibarita.

No me hagas desesperar, estoy impaciente por hacerte disfrutar. ¿Vienes ya?

LA TÉNUE LUZ DEL ALBA

La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...