METRICOOL

viernes, 6 de enero de 2023

AMANECERES



Hay amaneceres encendidos, otros perezosos. Hay mañanas enérgicas, otras relajadas. Hay despertares acompañados, otros solitarios. Pero cuando el alba nos sorprende encendidos, enérgicos y acompañados, los astros se alinean, quizá por el recién estrenado solsticio de verano, tornando nuestras pieles sensibles a los dulces estímulos de la persona que ha compartido luna y lecho con nosotros. Esa misma persona que, justo después de comenzar la vigilia que la luna impone y, cuando baña con su brillo sordo los cuerpos desnudos, comienza el íntimo ritual del acercamiento prudente, buscando paso entre los muslos, buscando calor en los rincones, buscando la humedad del manantial, buscando la lanza erguida a la que asir el deseo por colmar.

Y tras satisfacer, bajo la mirada discreta de las estrellas, los deseos más inconfesables, el descanso merecido nos llevó de la mano hasta la luz impertinente del incipiente sol, del despertar del día, que nos sorprendió encendidos, enérgicos y acompañados, llevando nuestros cuerpos a ese estado de excitación serena, tranquila, mantenida, que nos hace deslizarnos sobre las sábanas buscando la aterciopelada piel, el dulce calor, la untuosa humedad y la candente rigidez.

Hasta sentirte montada sobre mi muslo, a horcajadas, frotando tu pubis contra mi cuádriceps, mientras boqueas como un pececito besándome el pecho, el cuello, el rostro. Mientras acaricio tus nalgas y tu espalda con las yemas de mis dedos, mientras arañas con tus pezones mi torso. Somnolientos placeres que aumentan el calor, mientras la intensidad de la luz sube, mientras el deseo se desborda cuando llego a sentir mi muslo mojado al ritmo de tus vaivenes, al compás de tus gemidos, al son de las palpitaciones de mi miembro erecto y salido.

Hasta voltearte y ponerte boca abajo, separando tus muslos con una rodilla y descansando mi cuerpo sobre ti, sujetando tus manos por encima de tu cabeza, buscando con mi ariete la forma de entrar en ti a la vez que arqueas tus caderas y elevas tu redondo culo.

Místico encuentro el que se da cuando tu cuerpo me recibe, abriéndose al paso de mi verga que te invade hasta lo más profundo. Cuerpos inmóviles que en tántrico encuentro yacen, sintiendo y disfrutando de la quemazón de nuestros sexos, de las palpitaciones, contracciones y temblores de tus músculos vaginales sobre mi duro miembro.

Y empujo con fuerza tras los minutos de sincronización de nuestros sexos, entrando un poquito más en ti, sintiendo en mis testículos tu deliciosa humedad. Y gimes, retorciéndote y comenzando a agitar tus nalgas, dibujando diabólicos círculos y vaivenes, estrujándome la verga en tu interior cuando presiono contra tus nalgas mi cintura.

Hasta que comienza el salvaje ritual del sexo animal y primitivo, retirándome de tu interior con lentitud para desesperación de tu coño ardiente, que busca y pretende tenerme prisionero cuando solo sientes mi glande entre tus labios vaginales.

Lanzando tu culo hacia atrás, queriendo recuperarme, cuando avanzo con fuerza, penetrándote de forma brutal pero sin dificultad por tu generosa lubricación.

Y mis huevos chocan contra tu cuerpo una y otra vez, y tus jadeos me arrancan gruñidos de placer cuando mordisqueo tu nuca y siento como te contraes sobre mí.

Y suplicas, y ruegas por tu clímax, y te ayudo masturbando tu turgente clítoris con mi mano que acabo de deslizar bajo tu vientre, hasta que siento que te abandonas al abismo del placer sublime con jadeos explícitos, momento que aprovecho para, con unas rápidas e involuntarias culeadas, regar tu interior con el néctar lechoso de mi masculinidad.

Y se hizo el día, y se calmaron las ganas, y se abrió el apetito.

Preparo café, una ducha, la prensa, desayuno en la cama.

¿Hay mejor manera de comenzar un domingo?

2 comentarios:

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