De todos los gestos, ademanes y miradas que podemos intercambiar en un "face to face", con una copa de vino en la mano, la inmensa mayoría de ellos, cuando ya se han establecido ciertos códigos en la pareja, no necesitan ninguna explicación, pues solo con verlos los interpretamos, con un porcentaje de acierto que roza la perfección. Pero si hay uno que, inequívocamente, no nos hace dudar un ápice, es sin duda este, entrelazar tu cabello en mi brazo, para asirlo fuerte con la mano, mientras permanezco en tu espalda y acerco mi nariz a tu cuello para, inspirando profundamente, embriagarme de tu aroma.
Sensación que te hace sentir desvalida, presa a merced de su depredador, y te lleva a entregarte levantando la cabeza y echándola hacia atrás, ofreciendo tu cuello por completo.
Y cuando eso pasa, los dos somos conscientes de la excitación que nos invade, máxime cuando un rayo electrizante recorre nuestra columna vertebral hasta perderse en el coxis, haciéndonos sentir un escalofrío helado entre los muslos mientras contraemos con fuerza nuestros músculos sexuales.
Y entonces se desatan las furias contenidas, y las lenguas entran en acción. Y las caderas toman vida, y la respiración se agita, y el corazón se desboca, y los sexos se yerguen y se mojan.
Y te dejas caer de rodillas, deseando sentir entre tus nalgas la recompensa a tu entrega, y mi ariete busca la puerta por la que entrar en ti, hasta encontrar tu humedad y tu calidez.
Gimes y suspiras, entrecortadamente, con cada roce, con cada intento de consumar la cópula.
Y mientras tiro de tu cabello haciéndote arquear la espalda, te penetro inexorablemente, con la suavidad que se precisa para hacerte gozar sin temor, con la fuerza que demandas para sofocar el fuego de la hembra que entra en celo.
Y jadeas mientras mueves tus caderas, y empujo hasta casi hacerte perder las manos. Y siento tus ríos de viscoso néctar lubricando tu delicioso coñito y mi dura verga.
Y gruñidos guturales salen de mi garganta, al tiempo que agitas tus nalgas cimbreando mi polla, momento en el que busco tu abultado clítoris, pasando una mano bajo tu vientre, y lo froto con fuerza hasta que regalas mis oídos con los gritos extasiados de la mujer que su orgasmo alcanza a la vez que entro en erupción y te riego con mi blanca lava.
Inocente gesto el de mesar tu cabello y agarrar tu coleta, que nos lleva a gozar como salvajes bestias.
¿Quieres que te suelte o tenso más tu cabello?
Un relato apasionado, intenso, envolvente y tan excitante que se puede sentir esa tensión en el l pelo...
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
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