Mis manos acariciaban sutilmente tu aterciopelado cuerpo mientras nuestras lenguas en lid se enredaban con pasión. Sentía mi cuerpo preso de las tuyas, que buscaban sin vergüenza el mástil que guiara tan inquietante singladura.
Mis labios descendieron por el valle sinuoso que tus pechos forman, hasta llegar al hoyo de tu ombligo. El recorrido natural arrastró mi lengua hasta alcanzar el delta de tus muslos.
Tu capullo prieto poco a poco se convirtió en flor. Tus pétalos despertaban tímidos, reaccionando a mis besos y caricias, y lentamente, se fueron desplegando impertinentes, cubriéndose de un delicado rocío.
Hábilmente, me tomaste y llevaste acompañado hasta tu salado rincón. Con deseo te frotaste, impregnándome de las gotas que de tu sexo manaban.
El aire nos faltaba agitando nuestras respiraciones y, cuando embestía, unos guturales gemidos salían de tu garganta.
Tu espalda se arqueó, elevaste las caderas y abrazaste con tus muslos mi cintura cuando sentiste que a punto estaba de desbordarme en tu interior, y un manantial de almibarado líquido derramé mezclándolo con tus dulces gotas, mientras nuestras caderas se sacudían todavía y tus pétalos dejaban resbalar las transparentes perlas acumuladas sobre ellos.
Wau !!!.…
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarBello!! Un maravilloso y placentero paseo por la naturaleza del cuerpo llegando a disfrutar complacientes del paisaje...
ResponderEliminarEl cuerpo siempre es un paisaje para disfrutar.
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