METRICOOL

lunes, 23 de enero de 2023

SQUIRT


Y mientras te retorcías de placer, clavabas tus uñas en mi espalda, dejándome magullado como un gato después de una pelea, hasta que, poco a poco, tus caderas fueron apaciguándose, el temblor de tus piernas fue cesando, tu corazón relajándose y tu aliento serenando. Y todo empezó como un simple juego de habilidad, con tu retadora apuesta “¿a que no eres capaz?, dijiste”, y comencé a acariciarte lentamente mientras los dos yacíamos el uno junto al otro, desnudos sobre mi cama. Pronto tus hermosos pechos dieron muestras de agradecimiento, cuando los dorados botoncitos que los coronan comenzaron a erigirse vigías sobre tu anatomía. Y pronto sentí la humedad que me guiaba hacia el manantial que ocultabas entre tus muslos. Bordeando tu vértice oculto con la yema de mi dedo índice, lentamente sentí los pétalos de tu flor abrirse, impregnada del rocío de tu excitación. Mas seguí dibujando tu cuerpo, recorriendo tus ingles, tu perineo, tu pubis, con la yema de mi dedo, hasta hacerlo vibrar sobre tu, todavía oculto, caramelito más sensible. Mi dedo iba y venía, apenas rozando tus pétalos cada vez más espléndidos. Pero no fue hasta que, vibrando como estaba sobre ese precioso clítoris descubierto y, resbalando mi dedo por el centro de tu cuerpo, extendiendo tu maná, desplegando por completo tu flor, hasta llegar a tu prohibido esfínter, cuando un gemido ahogado se escapó de tu garganta. Y entendí que estabas preparada para seguir buscando entre tus muslos, primero con un dedito, suave, despacio, dejando que con los movimientos de tus nalgas pidieras más, momento en que fueron mi dedo corazón y anular los que cogieron el relevo. Con las yemas resbalando por la cara anterior de tu interior, sintiendo tus paredes, hasta hallar esa rugosa y protuberante zona para acariciar. Masaje interno con las yemas de los dedos, moviéndolos, al principio, muy lentamente, de atrás hacia adelante, una y otra vez, hasta ser tus caderas las que llevaban el ritmo. De abajo hacia arriba, aplastándolo suavemente, mientras tu respiración se agitaba, tu tez se sonrojaba y comenzabas a mojar mi mano. Aumenté el ritmo, la fuerza de los movimientos, la velocidad, la intensidad del roce de mis dedos, y tus nalgas bailaban alrededor de mis apéndices como eje central del equilibrio de tu goce, y me susurraste “siento como ganas de hacer pis”. Palabras que indicaban que estábamos en el camino correcto, y te contesté “aprieta fuerte tus nalgas” al tiempo que aumentaba al máximo la velocidad de las caricias. Tu respiración comenzó a agitarse inusitadamente, tu corazón latía desbocado, tus piernas comenzaban a temblar, tus caderas se arquearon mientras tu cuerpo tiritaba y tus uñas se clavaban en mi espalda, a la vez que jadeabas y un tsunami de tu fluido más exquisito comenzaba a manar de entre tus muslos, salpicando mi pecho y empapando mi cama. Cuando tus piernas soltaron mi brazo me zafé de ti, al tiempo que te serenabas, recuperabas la calma, y te susurraba al oído “fui capaz, ¿cuál es el siguiente reto?”

2 comentarios:

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