¿A qué huelen las nubes?, no lo sé. Lo que sí sé es el embriagador y excitante aroma que desprenden tus bragas. Excitante escena la que se produce cuando, sentados frente a frente y mirándote fijamente a los ojos, te pido que me entregues tu íntima prenda. Más excitante todavía es disfrutar de la escena al ver cómo, con disimulo y habilidad, y sin distraer tu mirada de mis ojos, las desencajas de tus nalgas y deslizas por tus piernas, sacándolas con cuidado de tus pies, vestidos con zapatos de tacón. Aumenta la excitación cuando, generosamente, las pones en mis manos e inevitablemente, las llevo a mi nariz, para inspirar profundamente ese almizcle, esa brea, ese incienso, ese almíbar que, sutilmente impregna la blonda de tu prenda.
Más que suficiente para enervar mi miembro, que
impertinente abulta visiblemente mi bragueta. Erección en la que fijas tu
mirada y, descarada, separas tus muslos, mostrándome sin vergüenza tu sexo que,
expectante, brilla por la humedad que de tu interior aflora.
Nuestros ojos dicen lo que nuestros labios callan,
nuestros sexos gritan.
Te tiendo la mano, la coges, me acompañas, sabiendo lo
que te depara e intuyendo que, quizá, caigas presa de mi deseo y tu libido
antes de franquear el umbral del dormitorio.
¿Vamos?
Vamos . Lo estoy deseando
ResponderEliminarEntonces, vamos.
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