Son las grandes olvidadas, como esos convidados de piedra a grandes eventos, en los que, una vez se han presentado, nadie les hace caso. Ellas demandan caricias, besos, arrumacos e incluso apretones que, dados en el momento oportuno y con la presión adecuada, pueden desencadenar oleadas de rítmicas contracciones en nuestro músculo pubococcígeo, provocando la expulsión involuntaria de borbotones del lechoso elemento, esencia de nuestro género, vaciándonos por completo y dándonos la sensación de ser exprimidos como un cítrico. Más el placer es inmenso.
Por no mentar la inigualable sensación de sentirse agarrado por estos atributos, y que sean tus tirones los que marquen el ritmo de mis embestidas, haciéndome ir y venir a la velocidad que tu excitación demanda.
Aparte, naturalmente, del placer provocado cuando en plena lid, topetean con tu cuerpo al avanzar en tu interior, bañándose en los néctares que tu entrepierna destila.
Sin olvidar el goce de sentirlas aplastadas por tus nalgas cuando me cabalgas desbocada en el punto álgido de tu excitación.
Por todo esto, y por lo que sé que te gusta jugar con ellas, te suplico: nunca las olvides. No lo harás, ¿verdad?
Intentaré recordarlo
ResponderEliminarNo lo olvides.
EliminarUn cuerpo es como un museo, hay que explorar todos sus rincones...
ResponderEliminarEfectivamente, absolutamente todos.
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