Inmensa pereza la que a veces siento.
Memorias de encuentros sobre mi cama.
A mis ganas viene que tu cuerpo lama,
cuando mi piel se eriza al sentir tu aliento.
Ven y goza.
Monta, salta, brinca, cabalga,
muerde, besa, atrapa, desarma.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Inmensa pereza la que a veces siento.
Memorias de encuentros sobre mi cama.
A mis ganas viene que tu cuerpo lama,
cuando mi piel se eriza al sentir tu aliento.
Ven y goza.
Monta, salta, brinca, cabalga,
muerde, besa, atrapa, desarma.
Qué mejor amanecer, que despertar con estas vistas.
Qué mejor amanecer, que desayunar tu cuerpo amado.
Qué mejor amanecer, que complacerte sin cuidado.
Qué mejor amanecer, que darte placer sin prisas.
Hora de reposo, vamos a la cama.
Hora de descanso que enciende la llama.
Hora que despierta entre tú y yo las ganas.
Hay “ojalás” que suenan a dulces cantos de sirena.
Hay recuerdos que viajan veloces por la mente.
Hay acciones que hacen que la piel se temple.
Hay caricias que provocan que los cuerpos candentes vibren,
palpiten,
que las carnes tiemblen, se estremezcan, se derramen.
Indecentes.
En el gesto de tu rostro está la invitación. En la actitud de tu
cuerpo está la aprobación. En el centro de tus muslos está la salvación.
¿Me las confiesas?
Con el ocaso de la tarde te lo dije.
En la penumbra del hogar te lo pedí.
Déjame besar tu cuerpo.
Déjame beber tu hiel.
Mueca de poderoso poder,
agarras fuerte lo que quieres,
entregado a ti me tienes,
mi piel quiere tu placer.
Besa, lame, araña, muerde.
Mi cuerpo es tu vicio ardiente.
Vacía mi furia en tu vientre.
Descansa sobre mi perenne.
Tras el incendio quedaron rescoldos.
Brasas de mojada pasión.
Diamantes de carne erguida,
muslos de dulce sabor.
¿Acaso hay algo que me excite más que ese gesto de placer en tu
rostro?
Sí, tus gemidos ahogados cuando sientes tu vientre desbordarse.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...