¿Me las confiesas?
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
¿Me las confiesas?
Con el ocaso de la tarde te lo dije.
En la penumbra del hogar te lo pedí.
Déjame besar tu cuerpo.
Déjame beber tu hiel.
Mueca de poderoso poder,
agarras fuerte lo que quieres,
entregado a ti me tienes,
mi piel quiere tu placer.
Besa, lame, araña, muerde.
Mi cuerpo es tu vicio ardiente.
Vacía mi furia en tu vientre.
Descansa sobre mi perenne.
Tras el incendio quedaron rescoldos.
Brasas de mojada pasión.
Diamantes de carne erguida,
muslos de dulce sabor.
¿Acaso hay algo que me excite más que ese gesto de placer en tu
rostro?
Sí, tus gemidos ahogados cuando sientes tu vientre desbordarse.
A la espalda de tu cuerpo
se templó mi alma.
En el calor de mi regazo
se alteró tu calma.
En las llamas de mis ganas
te busqué con ansias.
En rescoldos de pasiones
combustionamos al alba.
Piénsalo, y lo querrás.
Pídelo, y se te dará.
Suéñalo, y lo sentirás.
Vívelo. Te mojarás.
Hay paisajes imposibles, que recuerdan, que sugieren, que evocan,
que adivinan lo que mi piel siente, lo que mi memoria nubla, lo que mi nariz
respira, lo que mis ojos añoran. Hay playas vírgenes y montes de Venus.
En la ofrenda está la generosidad, aceptando la correspondencia,
muestra de complicidad, intimidad y obediencia.
Caliente despierto
al calor de tu cuerpo.
Caliente me siento
al rozar tu piel.
Caliente y ardiente
de tus muslos fiel.
Caliente me tienes,
caliente y salido.
Caliente te ofrezco
la miel de mi Olimpo.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...