Veo ropajes sobre la cama.
Veo desnudo y rotundo tu cuerpo.
Veo deseo en tu dulce mirada.
Veo calor en tu interno deseo.
Te veo y te miro y te observo.
Tu piel transpira pasión.
Mi pincel quiere tu lienzo.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Veo ropajes sobre la cama.
Veo desnudo y rotundo tu cuerpo.
Veo deseo en tu dulce mirada.
Veo calor en tu interno deseo.
Te veo y te miro y te observo.
Tu piel transpira pasión.
Mi pincel quiere tu lienzo.
Y sentiste pudor por mostrarte así
dispuesta, más unas oportunas y medidas nalgadas te convirtieron en una agitada
pero apetecible hembra. Las yemas de mis dedos jugaron con tu oscuro orificio
provocando los celos de tu suave flor. Mis labios posé sobre ella, la lengua
alargué y con sed bebí de tu manantial.
Huele el olor del cuero del
columpio. Siente la dureza del cuerpo que te llena. Mueve con brío tus
poderosas caderas, mientras con tus talones me aprisionas por las nalgas.
Derrama sobre mí el dulzor de tu elixir, acógeme en tu húmedo calor. Sin
piedad, vacíame en tu interior.
Las caricias de tus dedos
encendieron el fuego de mi deseo. Lujuria sobre la piel de nuestros cuerpos,
fuego entre nuestros muslos. Amantes desnudos sobre los que brilla el sudor de
la pasión.
Y tras la ducha te esperé paciente
en las escaleras, tierra de nadie, entre el dormitorio y el salón. Cesa el
ruido del agua, te oigo a lo lejos, la incertidumbre me corroe y la excitación
me invade. ¿Bajaremos al salón o subiremos al dormitorio?, no importa, solo
amémonos.
En el valor de tu entrega está mi
reto. Postrada y privada de tu libertad, me obligas a complacerte como esperas
que lo haga. Arquea tu espalda, inspira profundamente, dispón tus caderas,
huele mi aroma, siente mi aliento y nuestros cuerpos arderán en la hoguera del
tálamo de la pasión.
Y tu respiración se desbocó, arrancándote gemidos
ahogados que salían de lo más profundo de tu pecho cuando mi lengua lamió la
delicia del tostado botón de tu seno, antes de que mis labios bajaran a succionar
con fuerza entre tus muslos hasta arrancarte el clímax deseado.
Sufrido el castigo, cumplida la condena,
regreso al lugar del que nunca debí ser desterrado. Pena injusta la cumplida
como injustos son los castigos que nos auto infligimos en aras de ese mayor
placer egoísta. Ese tortuoso sufrimiento de anhelar la cima del goce, que
rozamos con las yemas de los dedos y que, sin embargo, posponemos rigurosos
para llegar a la máxima intensidad en la culminación carnal. Placer
intermitente que nos deja boqueando, mientras recuperamos el aliento y los
sexos se aflojan. Sexos que reviven, como brasas al ser azotadas por el viento,
al volver a ser estimulados, recuperando la turgencia y el brillo perdido.
Ascuas que se convierten en fuego haciendo que llama se potencie a hoguera. Sexos
que desnudos se yerguen impertinentes, se calientan y humedecen hasta que
explotan sin compasión aturdiendo nuestra mente, tensando nuestros cuerpos,
descongestionando la tensión que entre nuestros muslos se acumuló durante el
agónico encuentro. Revivo, cual Ave Fénix.
Jornada de descanso, de reposo, de reflexión.
Mañana de perezoso domingo como perezoso está mi desnudo cuerpo, cobijado
todavía bajo el cálido edredón. Abro, a regañadientes, los ojos, a medias,
ofendidos por el impertinente sol. Es domingo, pienso, y miro a un lado y al
otro de mi cama y compruebo la soledad de mí mismo con mi yo. Es domingo,
ratifico, y confirmo cómo querría que fuera esta mañana que despierta de
domingo. ¿Que qué quiero? Pienso en mis adentros, café, susurro mientras
inspiro y recuerdo el intenso aroma de la adictiva infusión. ¿Café sólo? Café
sólo, largo y cargado, sin azúcar y con un polvito de canela que matice su
sabor. ¿Café negro? Café negro y en tus labios, café negro sobre tu piel, café
negro y tu calor, café negro con tu cuerpo anexo. Es domingo y sólo quiero eso,
café y sexo, eso es lo que quiero yo, con un polvito de amor.
Decía el erudito que todos teníamos tres
ámbitos donde nos desenvolvíamos, el público, el privado y el secreto. Quizá
por eso mismo, por ser el secreto, éste sea el más interesante, con más matices,
más atrayente, más oscuro, más perverso, más indecente, más prohibido, más
profundo, más irreverente, más descarado, más primitivo, más complaciente. Miro
dentro de mí y no veo sino oscuridad salvaje y ternura inexplorada que
equilibran la balanza de mis oscuros, profundos, lascivos y secretos sexuales
deseos, a pesar de lo que me atrevo a decirte que “you’re gonna love it”. Si te
atreves, sé bienvenida.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...