El amanecer desdibujó la silueta de mi cuerpo, barrando con su sol
mi espalda cuando, confundido, desperté acompañado de tu ausencia.
Contrariado, hundí mi nariz en la almohada y olí tu aroma
impregnado en las sábanas, sentí el calor de tu aterciopelada piel, y oí tus
gemidos del placer nocturno resonando en mi cabeza.
Y te sentí a mi lado, cuando regresaste después de una ducha.
¿Te apetece un café o prefieres algo dulce?
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