METRICOOL

viernes, 1 de diciembre de 2023

LA TÉNUE LUZ DEL ALBA



La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos.

Todavía dormías, como un ángel, apoyada sobre mi pecho y abrazando mi abdomen.

Te besé el rostro retirando el cabello de tu cara, parecías una diosa.

Mi mano acarició tu brazo, tu costado, tu ombligo, tu vientre se encogió e inspiraste, casi inconsciente, profundamente, mientras tu muslo se abrazaba a mi pierna. Un electrizante escalofrío recorrió mi espina dorsal al sentir tu pubis en mi piel. Húmeda todavía, tu vulva se acopló a mí.

Las pocas horas dormidas parecían suficientes para recuperar fuerzas, y deseos.

Mi pene comenzó a crecer, alcanzando una dulce turgencia que aumentaba al roce con tu muslo.

Sin abrir los ojos tus labios buscaron los míos despertando nuestras lenguas.

El calor de nuestros cuerpos aumentó y tus caderas comenzaron a empujar contra mi cuerpo, mientras tu entrepierna resbalaba, apretada contra mi muslo.

Nuestras lenguas peleaban ávidas de confrontación.

Giraste tu cuerpo sobre el mío, sin abrir los ojos, y te pusiste sobre mí, a horcajadas, como una experta amazona.

El roce de tus pezones en mi torso me excitó sobremanera, mi lengua buscó tus senos, los encontró y los besó. Succioné tus pezones entre mis labios y circunscribí tus areolas con la punta de mi lengua hasta sentir la reacción de la rugosidad de tus pezones. Tus caderas comenzaron a moverse buscando el miembro contra el que se frotaba tu sexo. Cuando lo encontró, hábilmente, lo encaró a la entrada de tu gruta de placer y sentí tus labios vaginales aletear sobre mi glande.

Te penetré. Estabas mojada, caliente, excitada. Cuando la cabecita brillante de mi pene entró en ti me detuve, quedé quieto, tus caderas se pausaron, y sentí tu vulva contraerse sobre mí, como dándome un húmedo abrazo que me hizo sentir prisionero y excitándome hasta el límite, provocándome una erección mayúscula.

Mientras comenzaba a elevar mi pelvis para penetrarte tus caderas descendieron sobre mí, golpeaste mi cuerpo y aplastaste mis testículos con tu culo, con ese redondo y rotundo culo.

Mis manos lo tomaron, acariciándolo, mientras iniciabas un infernal baile moviendo tus caderas, bamboleando tus senos sobre mi cara, a la vez que masajeaba tus nalgas hasta que alcancé tu perineo. Recogí tus flujos, lubricantes y viscosos, y acaricié ese territorio de tu anatomía como si fuera tierra de nadie hasta llegar a tu ano. Tu pequeño agujerito era acariciado por la yema de mi dedo, presionado ligeramente, hasta lograr invadirlo, despacito, en un instante de relax.

Suspiraste, jadeaste, me cabalgaste como a tu mejor semental, pidiéndome mi elixir, mientras gemías y sollozabas de placer.

No resistimos más, nos invadimos simultáneamente intercambiando nuestras más preciadas esencias.

Nuestros cuerpos sudorosos se abrazaron, perdiendo la noción del tiempo, del espacio. La intensidad de la luz aumentaba, el calor del día se sentía, no nos importó.

Nos dormimos.

No, no fue un sueño, fue un dulce despertar de miel y rosas, de pasión y sexo.

Te amo, deseo despertar contigo, amanecer con vos.

 


 

2 comentarios:

  1. Una excitante y apasionada historia donde no solo existe la atracción de dos cuerpos sino el calor y el refugio de dos corazones que se aman...

    ResponderEliminar

Deja tu comentario sincero sobre lo que te ha parecido el relato. Lo leeré con mucha atención. Gracias.

LA TÉNUE LUZ DEL ALBA

La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...