El frío llegó mientras la agotadora
jornada anuncia su fin. En mi hogar me refugio y, antes de nada, ejecuto mi
relajante ritual. Suena Billie Holiday de fondo, interpretando con maestría
“Solitude” con esa inconfundible voz, al tiempo que me desvisto mientras dejo
que corra el agua de la ducha esperando que alcance la temperatura óptima.
Íntimo momento de reencuentro conmigo mismo, con mi mente, con mi cuerpo, con
los ojos cerrados y siendo consciente del recorrido del caliente líquido por
cada centímetro de mi piel. Me enjabono con parsimonia, disfrutando del olor a
aceite de argán del gel y de la suavidad con la que mis manos asean mi
anatomía. Es un delicado placer para mis sentidos, sutil y perturbador, que
interrumpo, antes de provocar lo no parable, para secar mi cuerpo con la
toalla. Con el cabello todavía húmedo, alcanzo el libro que estoy leyendo de la
mesita de noche. “Café con aroma de mujer” me tiene atrapado entre sus líneas,
entre sus letras, entre las escenas que describe que hacen que mi mente
despegue sin rumbo, pero vuele alto, que hacen que mi piel se encienda, que
hacen que el deseo por que llegues ya a casa me haga desesperar. Tumbado sobre
la cama me enfrasco en la tórrida lectura que, de forma adictiva, me lleva a
devorar página tras página, mientras imagino y descubro los placeres que los
protagonistas disfrutan y comparten. Hasta que en la cara interna de mis muslos
siento esa dulce sensación hormigueante que se desplaza hacia el vértice de mis
piernas, donde mis ingles convergen. Y el hormigueo se hace más latente, mi
cuerpo se enerva y mi sexo palpita. La música suena y mi mente navega. Mi
cuerpo te espera ¿Vienes?
Debe ser una buena lectura. Lo pondré en mi lista...
ResponderEliminarNo dejes de leerlo, mientras suena de fondo “Solitude”, de Billie Holiday.
EliminarLo haré y ya te contaré...
ResponderEliminarEsperaré paciente.
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