Hay muestras inequívocas de intensidad supina.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Hay muestras inequívocas de intensidad supina.
Para recibir tu placer me vestí con mi mejor desnudo.
Y al contemplarte vi que vestíamos el mismo traje.
Los besos, por la mañana, saben mejor en la cocina.
Labios con labios, sentado entre tus muslos.
A la luz de la luna tu cuerpo domé,
obediente entrega en el centro de velas,
húmeda cópula de sangre y venas,
espasmos y orgasmos cuando te tomé.
¿Siesta? Desnudo e impaciente espero.
No tardes, no me desveles.
Monta tu potro alegre.
Ya dormiremos serenos
después de satisfecho el celo.
Florero que la flor complaces,
mas agua no necesitas,
porque de entre tus muslos sale,
a base de pistilo y talle,
la más salada fragancia,
el elixir más preciable.
Cuando ante la belleza pétrea extasiada quedas,
ante la carne viva el placer deseas.
Mira, toca, besa, muerde.
Arranca, salta, cabalga,
exprime, goza, jadea.
Sólo quería darte los buenos días cuando tus ojos me pidieron que
te diera un buen amanecer.
Imposible no complacerte, como caballero, como varón, como hombre.
Beso la piel que voy a lamer.
Muerdo la carne que quiero comer.
Carnal banquete que saciará el atroz hambre que, entre los dos,
aparece al roce de nuestro ser.
Besos entre libros,
amor cultivado,
pasión sin recato,
encuentro encendido.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...