Empuja, no te vayas, me dijiste, mientras te contraías abrazando
mi erección con tu íntima flor.
Empujé, te acompañé, te inundé, te complací cuando al unísono
caímos aturdidos por la intensidad del clímax.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Empuja, no te vayas, me dijiste, mientras te contraías abrazando
mi erección con tu íntima flor.
Empujé, te acompañé, te inundé, te complací cuando al unísono
caímos aturdidos por la intensidad del clímax.
Agarra con fuerza
la dureza que eliges,
prepara tu cuerpo
para recibirme.
Susurra, disfruta,
gime, babea,
empapa mi hombría,
descarga mi esencia.
Las sábanas huelen a mí. Todavía mantienen mi calor. Ven a mi lado
y compartamos un café, una lectura, una pasión.
Feliz sábado.
Inmensa pereza la que a veces siento.
Memorias de encuentros sobre mi cama.
A mis ganas viene que tu cuerpo lama,
cuando mi piel se eriza al sentir tu aliento.
Ven y goza.
Monta, salta, brinca, cabalga,
muerde, besa, atrapa, desarma.
Qué mejor amanecer, que despertar con estas vistas.
Qué mejor amanecer, que desayunar tu cuerpo amado.
Qué mejor amanecer, que complacerte sin cuidado.
Qué mejor amanecer, que darte placer sin prisas.
Hora de reposo, vamos a la cama.
Hora de descanso que enciende la llama.
Hora que despierta entre tú y yo las ganas.
Hay “ojalás” que suenan a dulces cantos de sirena.
Hay recuerdos que viajan veloces por la mente.
Hay acciones que hacen que la piel se temple.
Hay caricias que provocan que los cuerpos candentes vibren,
palpiten,
que las carnes tiemblen, se estremezcan, se derramen.
Indecentes.
En el gesto de tu rostro está la invitación. En la actitud de tu
cuerpo está la aprobación. En el centro de tus muslos está la salvación.
¿Me las confiesas?
Con el ocaso de la tarde te lo dije.
En la penumbra del hogar te lo pedí.
Déjame besar tu cuerpo.
Déjame beber tu hiel.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...