Y a la hora de la siesta sonaron los clarines. La arena del albero
brillaba como brillaba tu piel desnuda iluminada por el sol que de entre las
rendijas de las cortinas se colaba por la ventana de la habitación del hotel.
Tentación ante la que sucumbir. Placer por ofrecer. Cuerpo de mujer.
En cualquier ocasión y en cualquier momento la tentación hace su aparición...
ResponderEliminarCuando menos lo pensamos, donde menos lo imaginamos.
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