Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
METRICOOL
miércoles, 31 de mayo de 2023
ALWAYS

martes, 30 de mayo de 2023
REENCUENTRO
Reencuentro emocionado,
emocionante, deseado, cálido y prometedor. Ven a mis brazos querida, siente mi
calor.

lunes, 29 de mayo de 2023
NOSTALGIA
Y hay mañanas en las que la nostalgia se apodera de mi mente, que
melancólica te recuerda, sentada frente a mí, tomando un café una fría mañana
de invierno, o tumbada a mi lado en la playa, contemplando el ir y venir
anárquico de las olas, o recostada en mi pecho, en el sofá bajo la manta, viendo
una película una tarde de domingo, prisionera bajo mi cuerpo, desnudos,
amándonos con pasión desmedida.
Hay meses en los que abandonas mi mente y mañanas en las que te pediría
tres veces.

domingo, 28 de mayo de 2023
SORTEO DE LOTERÍA
El día había llegado y la mañana fría invitaba a ello. Con la
ilusión puesta en el sorteo, recién levantados, nos dispusimos a preparar el
desayuno y tomárnoslo mientras veíamos el sorteo de la lotería. No habíamos
madrugado, así que cuando encendimos la televisión, el sorteo ya llevaba un
rato repartiendo la suerte. Ninguno de los dos éramos jugadores, pero para este
sorteo, como marcaba la tradición, sí que llevábamos algunos décimos, muchos
comprados casi por compromiso, como el que se jugaba en la oficina y algunas
participaciones ofrecidas por asociaciones o clubes en las que estaban amigos
comunes.
Mientras los niños de San Ildefonso cantaban los números y los
premios, hacíamos pereza, todavía en pijama, en el sofá, con unas tostadas,
algo de fruta y los cafés, cuando, así como estabas, sentada sobre una pierna,
te giraste hacia mí y me miraste con esa mirada indescifrable que no desvelaba
qué quería decir, pero que anunciaba alguna ocurrencia de las tuyas.
¿Crees que nos tocará? Me preguntaste curiosa. No lo sé, pero nos
vendría muy bien, te dije, y sonreímos asintiendo que así sería en ese caso.
Pero te notaba inquieta, como cuando quieres decirme algo y no
terminas de atreverte, hasta que al final lo soltaste: es que se me ha ocurrido
que podríamos hacer nuestra propia lotería y, naturalmente, nos tocaría sí o
sí. ¿A qué te refieres? Inquirí. Y como si la idea te hubiese estado
martilleando la cabeza durante horas y, casi sin tomar aliento, me espetaste
del tirón: he pensado que podríamos hacer diez papeletas con las diez
terminaciones, del 0 al 9 y, de ellas, en cinco tú y en cinco yo, pondríamos el
premio que querríamos que nos tocase, claro que, tendría que ser, algo que
pudiéramos…, hiciste una pequeña pausa antes de continuar, permitirnos, u
ofrecer, sentenciaste. A ver, a ver, desarrolla esa idea, te pedí curioso. Me
refiero, proseguiste, a que, por ejemplo, yo podría poner “sexo oral”, y si el
primero, segundo o tercer premio, cae en la terminación de esa papeleta, nos
damos ese gusto porque nos ha tocado. Naturalmente, empezaríamos por el orden
en que salieran los premios, no necesariamente por el grado de importancia.
Nunca dejabas de sorprenderme, con tu mirada cándida y tu mente
perversa, haciéndome partícipe de tu invento, con tu voz inocente e invitándome
a un juego que podría ser muy divertido.
Vale, me parece bien, te dije, mientras dabas un salto del sofá y
te dirigías a la habitación donde teníamos montado un pequeño despacho y, de
una caja que guardabas dentro del armario, sacaste las diez papeletas que ya
tenías preparadas, con los números 00.000, 00.001, y así correlativamente hasta
el 00.09. Simulando ser décimos del sorteo de Navidad, las habías diseñado al
mínimo detalle, dejando dos líneas debajo de la fecha del sorteo para poder
escribir el premio que correspondía a esa terminación.
Haciendo gala de buena imaginación, y teniendo como referente el
Kama Sutra más libidinoso, repartimos las papeletas de manera que los dos
tuviéramos los mismos números impares que pares. Para ser sinceros, poco
importaba quien tuviera la papeleta premiada, pues el disfrute iba a ser para
los dos, asumiendo el riesgo de alguna sorpresa.
De esta manera seguimos desayunando, con el sonido de fondo de los
chiquillos cantando los números, mientras dejábamos volar nuestras mentes.
Cuando completé mis cinco papeletas, las guardé celosamente, boca abajo, para
que no pudieras leer lo que había puesto, y me dediqué a contemplarte. Se te
veía ilusionada con el juego, siempre habías tenido habilidad para este tipo de
iniciativas, dándole un toque divertido a cualquier situación, y ese pijama de
forro polar te sentaba maravillosamente bien. No era nada sugerente, pero
marcaba tus pechos que, libres de sostén, bailaban de un lado a otro con cada
movimiento tuyo, y esos movimientos me volvían loco y, cuando te inclinabas
hacia adelante, se subía tu camiseta dejando la parte baja de tu espalda al
aire, como invitando a que pasara mis manos por el hueco que quedaba y
abrazarte bajo la ropa.
Sin darme cuenta, mi imaginación había comenzado a andar mientras,
concentrada, seguías pensando qué poner en tus papeletas, hasta que terminaste.
Cuando las volviste, también boca abajo, me miraste con una mirada traviesa,
una medio sonrisa girada y con un sugerente tono de voz me dijiste: mientras
salen y no salen los premios podríamos darnos unos besitos. Estaba claro que
estabas dispuesta a salir ganadora en el juego importándote muy poco el sorteo
y la excusa de nuestras papeletas, aunque, sinceramente, me intrigaba saber qué
habrías puesto en tus boletos.
Sin llegar a contestarte viniste hacia mí y te tumbaste sobre mi
cuerpo, comenzando a besarme en la cara, dándome pequeños besitos sobre la
frente, los párpados, la nariz, los pómulos, las mejillas, las orejitas y la
barbilla, hasta que posaste tus labios sobre los míos y, en un sincrónico
movimiento, nuestras bocas se abrieron dejando asomar nuestras lenguas que
avanzaban al encuentro, enredándose en espirales húmedas y excitantes. Poco a
poco fuiste acomodándote, encogiendo tus piernas, que estaban extendidas,
flexionando tus rodillas, elevando tus caderas y apoyándote en las manos, hasta
quedar a caballo sobre mí. Sentir la presión de tu cuerpo sobre el mío,
aplastando literalmente con tu pubis mi miembro, había provocado una erección
que se manifestaba indisimulada bajo el pijama que llevaba puesto y que, una
vez que te sentaste sobre mí, se hizo mucho más patente. ¿Pero qué tenemos
aquí? Preguntaste divertida, debe ser un quinto premio, porque el gordo todavía
no ha salido, bromeaste y, acomodándote de nuevo, volviste a buscar mi boca
para seguir besándonos. Eran besos provocadoramente lentos, en los que
compartíamos humedad y pasión, mientras seguíamos oyendo el sorteo.
La temperatura iba subiendo a medida que éste avanzaba. Mis manos
habían buceado bajo tu pijama, acariciando tu espalda, que arqueabas como una
gatita en celo cuando sentías las yemas de mis dedos descender desde tu nuca,
vértebra a vértebra, con la presión justa para sentir mis dedos, hasta que se
perdían entre tus redondas nalgas y alcanzaban tu cóccix. Justo en ese punto,
te masajeé con delicadeza, sabiendo que las sensaciones que te provocaban esas
caricias te hacían humedecer por completo, jugando esta vez una baza con
ventaja. Comenzaste a dar muestras de debilidad, balanceándote con un ligero
vaivén de tus caderas, frotando tu entrepierna con mi enervada erección cuando
se oyó un alboroto en el Teatro Real de Madrid, había salido uno de los tres
premios principales. Enérgicamente te incorporaste, quedando con la espalda
recta, sentada sobre mí, mientras mirabas atenta la televisión para ver qué
numero había salido.
En cero, ha terminado en cero, gritaste entusiasmada y fuiste a
ver tus papeletas. Las comprobaste, y una sonrisa pícara te delató
inmediatamente. ¿Qué has puesto? Te pregunté intrigado. Y acercándote a mí me
susurraste al oído: sesenta y nueve con beso negro. Sabía que era una de tus
fantasías, me lo habías confesado más de una vez, pero nunca habíamos llegado a
experimentarlo, quizá por prejuicios míos, pero el caso es que en esta ocasión
estaba dispuesto a acatar las normas del juego. Mirándome fijamente y sin decir
nada, comenzaste a desabotonar mi pijama hasta sacarme la camiseta, después,
cogiendo el dobladillo de la tuya por la cintura, cruzaste tus brazos a la vez
que los subías por encima de tu cabeza y te la quitaste por completo quedando
desnuda ante mí. Ver tus pechos así era para mí hipnótico, me encantan esas
redondas formas coronadas por tus areolas de color canela y esos pezones
tostados que atraían mis labios como imanes al hierro. Seguidamente, te bajaste
los pantalones del pijama, quedando completamente desnuda, con tu pubis
milimétricamente recortado, formando un triángulo que con el vértice de su
ángulo más agudo señalaba tu sonrosado sexo, mientras yo tiraba de los míos
sobre el sofá hasta quitármelos también.
Acto seguido, me hiciste un gesto indicándome que me tumbara en el
chaiselongue y pusiste tus rodillas una a cada lado de mi rostro, quedando tu
sexo al alcance de mi boca, a la vez que te dejabas caer sobre mi cuerpo
apoyando tus manos en mis piernas. La visión de tu sexo me llevó a separar tus
nalgas con mis manos y, estirando ligeramente el cuello, pasar la punta de mi
lengua por tus ingles, haciendo caso omiso a tu coñito expectante, que había
comenzado a desplegar sus labios mayores. Pasaba mi lengua de un lado a otro,
arrastrándola suavemente por los extremos de tu sexo, pasando por tu perineo y
regresando por tu otro muslo, rodeando tu clítoris sin contactarlo, una y otra
vez, y en ese recorrido tus caderas comenzaron a buscar cómo acoplar tu
entrepierna con mi apéndice. Sentía tu sexo cada vez más húmedo y destilando un
aroma que me resultaba embriagador y salvajemente sexual, el olor de tu excitación
endurecía todavía más mi falo que, sin identificar con qué parte de tu cuerpo,
sentía roces esporádicos pero maravillosos. Intuía, por la humedad que sentía y
las placenteras caricias, que lamías mis testículos meticulosamente depilados,
sintiendo tu aliento cálido en mi sensible piel, lo que provocó que mi verga
comenzara a palpitar. Sentí tu lengua masajeando mi escroto, dando bocaditos en
tan sensible zona de mi anatomía cuando sin esperarlo, succionaste un testículo
en tu boca, lo que me hizo encoger por ese placer desgarrador. Mi reacción
espontánea fue tensar mi lengua y, apoyándola sobre tu clítoris, darte unos
golpecitos con la punta y comenzar a arrastrarla presionando con todas mis
fuerzas por tu rajita, desplegando por completo tus labios vaginales y dejando
que tus flujos se derramaran, como cuando explotas en la boca un bombón de
licor y éste cae desde el paladar por los lados de la lengua, avanzando
lentamente en mi camino hacia tu perineo y continuando hasta alcanzar tu
esfínter, que comencé a masajear y lubricar con esa explosiva mezcla de tus
flujos y mi saliva, haciendo círculos sobre él y presionándolo cada vez un
poquito más. Al sentir mi lengua en tu ano contrajiste con fuerza tus glúteos,
pero impotente al tenerlos separados con mis manos, desististe y los relajaste,
al tiempo que compartiste un gemido ahogado, que me indicó que esa sensación te
estaba gustando. Tal provocación despertó tu ira y, en un arrebato de
placentera venganza, arrastraste tu lengua por el tronco de mi erección y, sin
utilizar las manos, abrazaste con tus labios mi glande, que comenzaste a
succionar a la vez que, con tu lengua, hacías círculos sobre él, engulléndolo
lentamente. Mi respiración se agitó descontrolada mientras comenzaba a mover mi
cintura deslizando mi miembro por tu boca cuando interpretaste que eso podría
terminar demasiado pronto, por lo que abandonaste mi sexo mojado y volviste a
entretenerte con mis atributos colgantes. Sentía el aire de tu respiración en
la humedad de mi glande, la ligera brisa que provocaban tus movimientos y tu
aliento, cuando cogiste mis huevos con una mano y apretándolos lo justo, los
apartaste a un lado. Tu lengua se arrastró por debajo de mis testículos, por mi
perineo e, instintivamente, separé mis piernas. La sensación era nueva para mí,
pero estaba resultando muy placentera, estaba expectante, mientras seguía con
mi boca entre tus nalgas, hasta que sentí una suave y mojada caricia en mi
pequeño orificio, que me hizo contraer con fuerza los músculos. Insististe,
prudente, con caricias sutiles que, poco a poco, fueron haciéndose más
intensas, más húmedas, más gozosas, haciendo que olvidara mis tabúes y
predisponiéndome a disfrutar plenamente de esa maravilla.
Mi lengua había comenzado a recorrer todos los pliegues de tus labios,
que se manifestaban ligeramente hinchados y que estaban completamente
empapados, resbalando sin ninguna dificultad por tu anatomía más íntima,
extendiendo esa viscosidad desde tu clítoris, que ya había asomado por completo
abandonando el capuchoncito de piel que lo protege, mostrándose congestionado y
rígido demandando toda la atención. Miraba, entre tus muslos, y veía los rizos
de tu pubis y, al fondo, tus preciosas tetas aplastadas contra mis muslos.
Seguías lamiendo mi ano y eso me había sobreexcitado. Esas
endiabladas caricias, esa humedad, ese calor, ese placer, hacían que sintiera
mi polla a punto de explotar cuando de nuevo, oímos gran revuelo en la
televisión, cesando los dos inmediatamente en las caricias y prestando atención
de nuevo al sorteo. No es que no estuviéramos disfrutando, todo lo contrario,
es que ninguno de los dos queríamos que aquel placer fuera efímero e
intentábamos prolongarlo todo lo posible.
Yo lo intenté, pero tus muslos me privaban de la vista de la tele,
pero tú levantaste la cabeza y observaste lo que pasaba. En cuatro, ahora ha
acabado en cuatro, me dijiste ilusionada y no queriendo descomponer nuestra
posición, alargaste tu mano cual contorsionista, hasta la mesita y cogiste tus
papeletas. Las comprobaste, pero no tenías esa terminación. Acércame las mías,
te dije, así que me las diste y ahí estaba, el 00.004. ¿Qué pusiste?
Preguntaste curiosa. La postura del exprimidor, te dije lujurioso. ¿Y eso cómo
es? A lo que te contesté, yo estoy tumbado boca arriba y tú sobre mí, como
estabas ahora, pero bajando un poquito más hasta que conseguimos encajar. Los
ojos se te iluminaron y, sin mediar palabra, comenzaste a deslizar tu cuerpo
sobre el mío, hasta que tu pubis quedó sobre el mío. Cogiste mi polla, la
frotaste contra tu coñito, extendiendo aún más tus flujos, separando con
amplitud tus labios vaginales y, encarándola a la entrada de tu vagina, con
unos hábiles movimientos de tus caderas, hiciste que fuera deslizándome por tu
interior hasta llegar al final de tu cuerpo. ¡Ggggrrrrrrrrrrrrrrrrrrr! Solté un
ronco gruñido de placer absoluto. Erguiste tu espalda y comenzaste a moverte en
círculos provocando que mi erección se frotara una y otra vez con todas las
paredes de tu cuerpo. Me estabas volviendo loco y en tu piel comenzó a
adivinarse un brillo especial por la traspiración de tu cuerpo. Estabas como
yo, muy, muy, muy excitada. Cambiaste de movimiento y ahora frotabas tu cuerpo
de delante hacia atrás, aplastando mis pelotas con tu pubis cuando llevabas tu
cuerpo hacia adelante todo lo que podías. Mis manos acariciaban tus caderas y
tu espalda, del norte al sur de tu cuerpo, lentamente, y girando hacia tu
abdomen, buscando rozar las copas de tus pechos.
Seguíamos escuchando de fondo, como un mantra, la pegadiza
sintonía del sorteo, pero habíamos elevado el nivel de excitación y estábamos
en otra fase de esa quinielística cópula. Nuestras respiraciones agitadas
mitigaban el resto de estímulos auditivos. Compartíamos gemidos y jadeos al
ritmo de nuestras caderas.
Echaste tu cuerpo ligeramente hacia adelante, apoyándote en una
mano, y llevaste la otra libre a tu clítoris que comenzaste a masturbar
mientras seguías moviendo tus caderas. Ahora tenía una visión de tus nalgas
privilegiada, y no dudé en acariciar tu redondo culo, masajeando tus glúteos,
llevando mis dedos pulgares hacia tus ingles, sobre las que resbalaban por tu
humedad, masajeándote cada vez más hacia el interior, haciendo que mis dedos se
deslizaran entre tus labios vaginales, de arriba hacia abajo, hasta que posé un
dedo sobre tu ano. Al notarlo soltaste un jadeo y aumentaste el ritmo,
correspondiéndote con caricias redondas sobre tu esfínter, y una presión que,
según aumentaba tu ritmo, iba in crescendo. Estabas completamente poseída
cuando, la presión constante sobre tu culo y las primeras contracciones de tu
orgasmo, hicieron que relajaras involuntariamente tus músculos y la primera
falange de mi dedo te penetró por detrás, soltando un grito ahogado de placer
al tiempo que convulsionabas y sentía en mi dedito como los anillos de tu
esfínter me transmitían las oleadas de placer de tu vientre en rítmicas
contracciones.
¡Jodeeeerrrr! Exclamé, me estás destrozando la polla, te confesé
primitivamente salvaje, respondiéndome con un apretón de huevos y una caricia
premonitoria de lo que quedaba por venir. Sentí como uno de tus dedos
presionaba tras mis huevos, que estaban hinchados y dilatados por la excitación
acumulada, y lentamente iba descendiendo camino de mi virgen intimidad. Y
entonces noté una ligera presión sobre mi ano, todavía mojado y lubricado por
tu saliva. Comenzaste a dibujar círculos aumentando muy lentamente la presión,
y ese desconcertante placer casi me estaba haciendo perder la conciencia.
Aumenté, como pude, el movimiento de mi cintura bajo tus nalgas, que
temporalmente habían bajado el ritmo pero que de nuevo lo recobraban. La
velocidad de tu cuerpo me desesperaba y sentía mi verga latiendo en tu
interior. Sin esperarlo sentí como la presión de mi semen comenzaba a empujar
buscando liberar esa tensión y entre contracción y contracción, empujaste
contra mi ano penetrándome con la yema del dedo. Ese placer fue el detonante
para que el mecanismo de expulsión se pusiera en marcha y, espasmo tras
espasmo, comencé a liberar la lava que me ardía dentro de tu cuerpo, mientras
me retorcía de placer al tiempo que gruñía como una bestia, hasta quedar vacío,
exhausto, complacido.
Te quedaste inmóvil, con tu cuerpo sobre mis piernas y la cabeza
girada hacia la tele. Te miraba absorto disfrutando de esa paz y esa calma.
Poco a poco, fuimos recuperando el resuello, recomponiéndonos y
tomando conciencia del placer que habíamos disfrutado. Los niños seguían
cantando premios, ajenos a nuestro particular sorteo.
¿Repetiremos? Me preguntaste, dejando claramente entrever que te
referías a esa práctica que siempre habías querido experimentar y, hasta ahora,
nunca habíamos hecho. Me has hecho disfrutar muchísimo, te confesé, añadiendo:
no siento haber perdido un ápice de masculinidad por tener una visión más
abierta del placer, librándome de ese estigmatizante tabú.
Y mientras nos confesábamos, volvió el jaleo, en televisión, a la
sala del sorteo. Ha salido el último premio, te dije. Ha vuelto a terminar en
cero. No nos hemos perdido nada, haciendo referencia a que esa terminación ya
la habíamos “disfrutado”, como si hiciera falta justificar que los dos no
habíamos soportado el placer como para contener nuestras ansias hasta que
hubieran salido los tres premios principales.

sábado, 27 de mayo de 2023
MASAJE DE PIES
Un buen masaje de pies puede ser el preludio de una intensa sesión
de placer. ¿Necesitas descargar tensiones?

viernes, 26 de mayo de 2023
ÍNTIMO BAILE
En sombra entra la platea cuando las
luces se apagan y los focos alumbran el telón que comienza a correrse dejando,
desprotegidos ante el público, a la pareja de “bailaores”.
El maestro rasga las cuerdas de la
guitarra, a la que le arranca sonidos vibrantes y profundos, al tiempo que los
danzantes levantan los brazos sobre sus cabezas, con los codos semidoblados, y
hacen replicar las castañuelas.
El cajón marca un ritmo que los tacones
siguen. Se obra la magia. La pareja recorre las tablas, giran sobre ellos con
las miradas clavadas en las pupilas del otro. Y la música se interioriza y se
mezcla con el arte que desfigura los cuerpos en escenas imposibles.
La pareja entra en trance. Sólo escucha
los instrumentos que dictan los movimientos espontáneos que les sincroniza. El
arte sale de las mismas entrañas. Aparece el duende.
Y en cada pase los cuerpos se van
acercando más y más, hasta rozarse. Y los ojos brillan más y más cuando las
miradas se buscan, se cruzan y se encuentran. La piel se eriza y el deseo nace
y se potencia con cada nuevo paso de baile, cuando las anatomías se abandonan y
nublan la mente, haciéndonos entrar en un túnel en el que sólo estamos tú y yo.
La música para al tiempo que acabamos el
baile. El público aplaude. Saludamos mientras el telón cierra la escena. Agradecemos
su interpretación a los músicos antes de retirarnos a los camerinos. En la
puerta del tuyo te felicito, mientras te miro a los ojos y veo en su brillo la
mirada del deseo. Acerco mi rostro al tuyo para darte un beso y las chispas
saltan cuando nuestras pieles se rozan. El duende sigue presente. Pasa y
bailemos, sugieres.
Entramos en la cabina y cierras con
llave. Pones música suave. Me miras, alargas la mano cogiendo la mía y nos
abrazamos mientras comenzamos a dar vueltas sobre nosotros, bailando pegados,
sintiendo como nuestros corazones no encuentran la paz. Nuestras respiraciones
se aceleran y nuestros cuerpos siguen transpirando.
La tensión vivida y generada en la
actuación se mantenía entre nosotros, ahora sobre elevada en la intimidad del
vestuario.
Brindemos, me invitas, y del mueble bar
sacamos una botella de frío cava, que descorchamos y del que nos servimos dos
copas. Por nosotros, brindo, por el baile, apuntas, y le damos un largo sorbo
al refrescante espumoso mientras no dejamos de mirarnos.
Estamos sudados, me dices, al tiempo que
propones ¿Por qué no nos damos una ducha y nos vamos a celebrarlo?, no pudiendo
rechazar tan sugerente invitación. Pero la atracción es demasiado fuerte como
para romper la magia del momento y, casi sin ser conscientes, vamos besándonos
camino de la ducha. Dejas que corra el agua hasta alcanzar la temperatura
adecuada mientras, apresurados, nos quitamos la ropa.
Y quedas desnuda ante mí, y estupefacto
te miro sin poder disimular mi asombro, pues si bien bailas y guapa eres, la
belleza rotunda de tu cuerpo me cautiva. Curvas magistralmente trazadas dibujan
las copas de tus senos, la silueta de tus caderas, la potencia de tus nalgas,
enmarcadas en unas insinuantes caderas. Ensortijado pubis que protege la bella
flor que entre los muslos tienes. Todo ello sustentado por unas bonitas piernas
de muslos torneados, forjados a golpe de baile y tacón. Cuerpo generoso y
proporcionado, de salvaje atractivo, acompañado por tu racial mirada. Gesto
inescrutable, melena negra de piel gitana, ojos grandes y curiosos, labios
carnosos y hambrientos, sonrisa pícara que se amplía cuando observas mi ropa
caer y ante tus ojos me muestro desnudo. Cuerpo atlético, sin estar musculado,
pecho ancho, resistentes hombros, brazos largos y fuertes, piernas definidas y
marcadas, vientre plano, duras nalgas, sexo inerte, que se balancea cual badajo
con cada movimiento, acompañado por la inercia de las esféricas formas que tras
él asoman. Mi mirada turbia, enigmática, valiente, mi mueca provocativa,
mientras humedezco mis secos labios con mi lengua ardiente.
Y el agua resbala por nuestros cuerpos
abrazados mientras nuestras bocas se devoran, lenguas que se anudan y desatan,
senos que contra mi pecho se aplastan, manos que espaldas recorren, sexo que con
rigidez se marca. Y en fuego entramos, aparecen llamas. Bajo la lluvia, contra
mi muslo frotas el tesoro que atesoras y bajo tu ombligo aflora. Con tus manos
con fuerza agarras la erección que impertinente asoma. Y los ojos hablan, los
gemidos gritan y los cuerpos bailan. La música suena y las ganas mandan.
Despiertas al salvaje hombre que se esconde tras el caballero andante. Y te
volteo poniéndote contra la pared de la ducha. Y tus manos elevas sobre tu
cabeza y sobre ellas te apoyas. Tu nuca beso, tu cuello muerdo, tu espalda
arqueas y sientes mi lengua arrastrarse, vértebra a vértebra. Tus caderas
sujeto como quien sujeta a una furiosa hembra, tus nalgas separo y mi lengua
explora. Tras tu cuerpo caigo para con mi boca, alcanzar cualquier rincón, besar
todos tus secretos, lamerte hasta volverte loca.
Oigo tus gemidos cuando acierto con el
punto más sensible que mi ansia provoca y, sin dejar el contacto con tu piel,
desde tu entrepierna mi lengua arrastro hasta regresar a tu sabrosa boca. Y
giras tu cabeza asomando tu lengua que de nuevo con la mía se entrelaza, a la
vez mi rigidez entre tus muslos choca. Y separas tus piernas, de puntillas te
aúpas y, mientras tus pechos acuno, con profundidad penetro, empujando con
destreza para complacerte toda.
Y siento tu ardiente cuerpo, y tus
lubricantes flujos, y el placentero movimiento que tu culo provoca. Y muerdo
tus hombros, aprieto tus senos, pellizco pezones, no te doy tregua, y embisto y
gruño y me siento potro cubriendo a su yegua.
Y te revelas. Te zafas de mí, te vuelves
y con tus manos sobre mis hombros al suelo de la ducha me llevas. Y me tumbas,
y me miras, de pie, desde arriba y veo tus curvas, tus redondas tetas, tu
fabuloso culo y los sonrosados labios que de tu sexo aletean. Y en controlada
caída, en cuclillas sobre mi te sientas. Encaras mi miembro, con él te frotas,
levantas la cara hacia el agua y con un profundo gemido en tu interior lo
acotas. Y caes más, mis huevos aplastas, sobre mi pecho te apoyas. Empujo hacia
arriba, me sigues el ritmo, tus pechos se agitan y con mis manos bajo tus
nalgas te ayudo mientras mi boca tus pezones busca y los muerdo cuando con una
mano mis pelotas aprietas, tirando de ellas hacia arriba. Poderosa hembra. Me
arrancas gruñidos, jadeos, exabruptos que tus oídos recogen y asumen,
descifran, y ordenan a tus caderas que el baile no cese, que siga la fiesta. Y
cual experta amazona me cabalgas como si tu mejor caballo fuera, debocando mi
placer, provocando mi derrame, corriéndote al tiempo que en tu interior mi lava
vierto. Fin de la escena.
Te apoyas en mi pecho, el agua sigue
cayendo sobre nuestros desnudos cuerpos. La paz llega. Me abrazas, te abrazo,
me besas, te beso. Reposo y cariño, amor y belleza.

jueves, 25 de mayo de 2023
SUTIL PROVOCACIÓN
Solos, anduvimos por el Paraíso,
desnudos, con la conciencia tranquila y la mirada inocente, paseando de la mano
por la ribera del arroyo, dejando que el agua salpicara con simpatía nuestros
cuerpos, correteando, persiguiéndonos, abrazándonos y jugando como castos
seres, ajenos a las tentaciones que nuestras anatomías podrían ofrecernos. Más
lejos de permanecer serenos en ese idílico valle, la tentación apareció ante
nosotros en forma de apetitosa manzana. La bicha malmetió, instándome a que del
manzano árbol cogiera la manzana fruta y, aupándome con tu ayuda, alargué la
mano para recolectar la más espléndida. Y tras haberla enjuagado en la
cristalina agua y ofrecértela como delicioso manjar, sin titubear la mordiste.
Y tu reacción giró el gesto de tu rostro, y tu jovial sonrisa se convirtió en
una traviesa mueca, y tu mirada limpia escudriñaba ahora mi entrepierna, y tu
pausada actitud se tornó en una agitada ansia. Y desconcertado por tu extraño
comportamiento, con angustia te pregunté ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? ¿Acaso la
manzana está corrupta?, y acercándote a mi como nunca antes habías hecho,
mientras con las manos me sujetabas por las nalgas, me susurraste al oído, con
un tono hasta ahora desconocido por mí: muérdela tú también, pues deliciosa es,
sabrosa y jugosa, dulce y carnosa y deja en la boca un gusto especial. Y
obediente, mis dientes hinqué sobre la rojiza fruta y, antes de terminar de
tragar ese primer bocado, mi respiración comenzó a agitarse al ver tus redondos
pechos, coronados por tus tostados pezones, moviéndose de izquierda a derecha
al ritmo que tus caderas marcaban inquietas. Y sin saber de dónde vino,
apareció en mí un incontrolable deseo por traerte hacia mi cuerpo, sujetándote
por la cintura, para poder besar esas estupendas tetas.
Se obró el maleficio y se precipitó el
carnal pecado. Y en nuestras pieles aparecieron reacciones hasta entonces
desconocidas. Y nuestros cuerpos descubrieron rincones que no sabíamos que
existían, y excitantes sensaciones afloraron sobre nosotros.
Estupefacto, al sentir la suavidad de
tus pechos en mis labios, no alcanzaba a comprender qué tenían ahora esos
senos, que tantas y tantas veces habías estrechado contra mi torso y que, hasta
ahora nunca nada habían provocado, y ahora, en cuestión de segundos, mi entrepierna
habían potenciado, transformando mi dormido pene en un rígido y salido falo. Y
tú, ser jovial y modoso, poco tardaste en querer degustarlo y, sin pedir
aprobación, ante mi te arrodillaste para, asiéndome con una mano ante tu boca
llevarme, y comenzar a lamer, chupar y succionar, como queriendo extraer el
licor que tu fogosidad calme. Y el ritmo aumentaste, al tiempo que con una mano
me agitabas y con la otra libre, mis huevos apretabas sin compasión, hasta que
te grité ¡Para!, pues una sensación extraña se había adueñado de mi bajo
vientre, mientras un calor hormigueante había ido izándose por la cara interna
de mis muslos hasta congestionar toda mi masculinidad, seguido lo cual sentí
una ligera flojera al liberarme de tus labios y proyectar unas pequeñas gotas
con las que mi glande te salpicó. Resoplé. Desconcertado, pues lejos de sentir
liberación tenía mucho más veneno acumulado. Y ahora fui yo quien, ante tu
cuerpo, y buscando tu celo, con mi nariz recorrí tu anatomía. Alzaste las manos
sobre tu cabeza y contra el tronco del árbol te poyaste, mientras mi boca
recorría tu espalda, dejando un rastro de humedad, mientras descendía guiado
por el instinto, deseoso de encontrar la flor que responsable protegías, hasta
que al final de tu espalda llegué y, confuso y obtuso no entendí, y me pregunté
¿Dónde está eso que busco y sé que existe? ¿Dónde está ese preciado tesoro? Y
nervioso seguí lamiendo, separando los cachetes de tus nalgas con mis manos,
resbalando la lengua por el desfiladero que tus glúteos dibujan, hasta llegar a
un pequeño oficio, que contraías cuando mi lengua sentías, entendiendo el juego
de dibujar sobre él círculos con mi mojado apéndice, presionándolo cada vez más
intensamente, lo que te arrancaba tímidos gemidos que me indicaban que estaba
en el camino correcto. Y con ansia te lamí, alargando el recorrido de mi lengua
cada vez más, apretando con mi lengua cada vez más, más, más, más y más rápido,
hasta que descubrí entre tus muslos la fuente del pecado que, ante el primer
lametón, comenzó a destilar su elixir haciendo brillar tus labios vaginales,
desplegándolos como alas de mariposa, empujando tu clítoris al exterior,
tiritando de placer. No pude evitar lanzarme a por tan apetitoso bocado y,
hundiendo mi rostro entre tus muslos, con la cara empujé hasta que tuve ese
sonrosado botón entre mis labios, succionándolo con fuerza hasta arrancarte un
largo grito de placer. Pero si esto te complacía, el sentir tu humedad, tu
olor, tu sabor, el tacto de tu piel, la visión de tu sexo, provocaban que
siguiera salvaje y erecto. Sin levantar mi lengua de tu vulva, apretando con
fuerza la arrastré hacia atrás, penetrándote con ella cuando alcanzó la entrada
de tu cuerpo. Una intrusión y una salida efímera por la facilidad con la que
resbalaba por esa mezcla viscosa de flujos y saliva, que extendía por tu
perineo, por tu ano, hasta perderse entre los cachetes de tu culo camino de tu
nuca. Y al tiempo que me iba irguiendo, mi erección se hacía más patente entre
tus muslos, hasta quedar mi verga prisionera bajo tu mojado coño. Al sentirme
de puntillas te pusiste, tu espalda arqueaste, tu culo sacaste y con habilidad
mi glande buscaste hasta que lo engulliste, al tiempo que tu nuca mordí
confirmándote el placer que me hacías sentir. La razón se perdió como se perdió
la inocencia con la lasciva manzana. Y sin pensar nuestras caderas acompasamos,
ritmo endiablado que bamboleaba tus tetas y empapaba mis huevos con el licor de
tu entrepierna, cada vez que empujaba con fuerza en tu interior. Satánico baile
el de la pasión salvaje, acunando tus senos en mis manos, deslizando una de
ellas hasta tu pubis para, en un altruista gesto, hacer vibrar mis dedos sobre
tu clítoris, intentando ayudarte en la búsqueda del placer supremo, haciéndote
gemir cada vez con más fuerza, haciendo que te movieras cada vez con más
rapidez, provocando que me ordeñaras cada vez con más brío hasta llegar a ese
punto de no retorno en el que, con magistral habilidad, al tiempo que te
martirizaba el clítoris, alargaste una mano entre tus muslos alcanzando mis
testículos, tirando de ellos hacia ti como si estuvieras poseída, momento en el
que gruñí como bestia salvaje al tiempo que descargaba mi semen inundando tu
interior, lo que te hizo jadear sofocada al tiempo que te corrías y me acompañabas
en el clímax.
Exhaustos y sudorosos, recuperamos la
calma. La serpiente observaba curiosa, la manzana mordida yacía olvidada sobre
la yerba y nuestros desnudos cuerpos, ahora pecadores, lucían un espectacular
brillo, haciéndolos todavía más bellos.
De la mano fuimos al arroyo, donde nos
bañamos y refrescamos, mirándonos, ahora ya, con otro brillo en los ojos.
Estamos hambrientos, alargo la mano,
alcanzo una manzana. ¿Quieres darle un mordisco?

miércoles, 24 de mayo de 2023
ESPERA LECTORA
El frío llegó mientras la agotadora
jornada anuncia su fin. En mi hogar me refugio y, antes de nada, ejecuto mi
relajante ritual. Suena Billie Holiday de fondo, interpretando con maestría
“Solitude” con esa inconfundible voz, al tiempo que me desvisto mientras dejo
que corra el agua de la ducha esperando que alcance la temperatura óptima.
Íntimo momento de reencuentro conmigo mismo, con mi mente, con mi cuerpo, con
los ojos cerrados y siendo consciente del recorrido del caliente líquido por
cada centímetro de mi piel. Me enjabono con parsimonia, disfrutando del olor a
aceite de argán del gel y de la suavidad con la que mis manos asean mi
anatomía. Es un delicado placer para mis sentidos, sutil y perturbador, que
interrumpo, antes de provocar lo no parable, para secar mi cuerpo con la
toalla. Con el cabello todavía húmedo, alcanzo el libro que estoy leyendo de la
mesita de noche. “Café con aroma de mujer” me tiene atrapado entre sus líneas,
entre sus letras, entre las escenas que describe que hacen que mi mente
despegue sin rumbo, pero vuele alto, que hacen que mi piel se encienda, que
hacen que el deseo por que llegues ya a casa me haga desesperar. Tumbado sobre
la cama me enfrasco en la tórrida lectura que, de forma adictiva, me lleva a
devorar página tras página, mientras imagino y descubro los placeres que los
protagonistas disfrutan y comparten. Hasta que en la cara interna de mis muslos
siento esa dulce sensación hormigueante que se desplaza hacia el vértice de mis
piernas, donde mis ingles convergen. Y el hormigueo se hace más latente, mi
cuerpo se enerva y mi sexo palpita. La música suena y mi mente navega. Mi
cuerpo te espera ¿Vienes?

martes, 23 de mayo de 2023
COFFEE
Si no sabes por dónde empezar, empieza por un café. Buenos días.

lunes, 22 de mayo de 2023
COFFEE POWER
Despierto aturdido, somnoliento y
desorientado. Inspiro hondo y siento el vacío del que algo espera y nada
encuentra. Confundido y perezoso, despeinado y desvestido, vago hasta la cocina
y, con torpeza, me preparo un café. Ese “chute” de energía que necesito para
terminar de despegar mis pestañas y desentumecer mi cuerpo. Música parece el
compresor de la cafetera, que se torna deliciosa melodía cuando el aroma del
café recién hecho inunda el espacio. De nuevo inspiro y, ahora sí, encuentro. Y
con el primer sorbo mi cuerpo desnudo, templado por los rayos de sol que se
cuelan por el ventanal, comienza a despertar a la par que despierta mi mente. Y
tus recuerdos se agolpan provocando que, mi desvergonzada entrepierna, se
muestre evidente. A la vez que mi energía sube mi sexo se erecta. El café
despeja, el sol calienta, la potencia crece, el deseo aumenta. Y, con los ojos
cerrados, otro sorbo de la amarga infusión sobre tu cuerpo me lleva. Y te beso,
y te acaricio, y te muerdo, y te lamo, y te como, y te poseo, y te empujo, y te
acompaño, y te presiono, y me abalanzo, y te siento, suave, húmeda, cálida y
bella. Y con el regusto en mi boca mi respiración se altera, mi piel se eriza,
mi corazón se agita y mi rigidez palpita. Y en nuevo trago me siento atrapado
bajo tu rotunda fuerza. Y te mueves y me acunas. Y tus caderas se revelan, y
tus pechos bailan, tus gemidos claman y tus nalgas saltan, poderosas sombre mi
hombría, aplastando en sus caídas mis esferas, congestionadas e inflamadas por
la excitación acumulada. Y te desbocas cuando sientes sobre tus tostados
botones mi húmeda lengua, y te revuelves, y en tu interior me retuerces, y te
cimbreas y me exprimes, y jadeas y tras el trote te corres y en tu interior me
vacías, y te abandonas sobre mi pecho, te abrazo, te cobijo, te protejo, te
mimo y te beso mientras la calma a nuestros pechos regresa. Y de tu interior
resbalo y me descabalgas. De costado me miras mientras tu rostro, ruborizado
todavía, de tu cabello despejo. Y te contemplo, bella.
Abro los ojos, termino el café y mi
esencia brota, espontánea, provocando que unas gotas resbalen viscosas por el
carnal mástil hasta perderse por la sinuosidad de mi ingle.
La energía se agota. Haré otro café.
Poderoso café, vigoroso café, evocador de recuerdos, tus recuerdos, mi
tentación, mi deseo. Mi poderosa hembra.

domingo, 21 de mayo de 2023
EVOCADOR CAFÉ
Y oigo tus pasos que, tras el reposo,
hacia donde estoy avanzan.
Y mi mente se activa. Vuelven mis ganas.

sábado, 20 de mayo de 2023
CAMBIO DE HORA
El reloj retrasó su hora, la luz cambió.
Amaneció tan antes como antes se puso el sol. Hora concedida al alba como
robada lo fue a la tarde. Me trastoca, me afecta, me irrita, me molesta y
descoloca. Apenas una hora que rompe mi paz, mi calma, mi ritmo. Una hora que
me engaña cuando despierto ofendido por la impertinente luz del sol. Hora que
me falta cuando cae la tarde, la oscuridad acecha y el ocaso se apodera de las
horas que todavía faltan para que busque reposo. Y en mi desorientación veo, al
trasluz de la luz de las velas, la silueta de tu desnudo cuerpo paseándose
elegantemente por el salón. Dudo de mi vista, pero tu perfume me lo confirma,
eres tú. Piel brillante que refleja la tintineante luz de las candelas. Y lo
que parecía imposible cobra vida. Y mi cuerpo, confundido por el cambio
horario, recupera fuerzas. Y se manifiesta alerta y deseoso de probar y
disfrutar el calor de tu cuerpo. El tiempo pasa inexorablemente, igual que tu
cuerpo pasa de un lado a otro de la estancia, acercándose provocadoramente a
mí. Nos cruzamos y, alargando las manos, las entrelazamos dejándonos llevar por
la suave melodía que de fondo suena. Te miro y disfruto de la vista que tu
cuerpo me ofrece e, indisimuladamente, acerco mis labios a los tuyos que con
pasión me reciben. Nos besamos, largo y apasionadamente, al tiempo que nuestros
cuerpos se rozan, las pieles se erizan, las carnes se yerguen y los delicados
rincones se humedecen destilando néctares dulces y sabrosos. El calor nos funde
y mi granítico miembro se cuela entre tus algodonosos muslos. Tus elixires me
riegan haciendo de la fricción un gozoso roce. Nuestras lenguas se anudan, mis
manos te atraen, tirando de tus nalgas hacia mí al tiempo que clavas tus uñas
en mi espalda. Se oyen gemidos, respiraciones agitadas. Las caderas se agitan
nerviosas y la cópula se ejecuta, deslizándome por tu cueva lenta pero
ininterrumpidamente, hasta topetear en tu cuerpo con mis colgantes atributos.
Gruño de placer. Me aprietas y frotas en tu interior haciéndome perder la noción
del tiempo. Empujo y empujas mientras nuestros cuerpos sudan. Aumentas el
ritmo. Jadeas. Tus pezones delatan el fuego de tu vientre que mi miembro quema,
y los muerdo. Me arengas. Sigue, no pares, en mi oído susurras, mientras
nuestros pubis chocan, aplastando, envite tras envite, tu sonrosado y desnudo
caramelo que sobre tu vulva asoma. Me arañas, te follo, te corres, me mojas. Y
al compás de tus contracciones mi miembro ordeñas, inundando tu cuerpo que
aflojado queda. Te abrazo, me besas. Y mientras recuperamos el aliento resbalo
de tu cueva. Abrimos los ojos, luz de velas, la música suena, el reloj sigue
marcando las horas.

viernes, 19 de mayo de 2023
LLUVIA DE OCTUBRE
Con las gotas de lluvia resbalando por
los cristales del salón, nos entregamos uno al otro sobre la mullida alfombra
frente al gran ventanal. Húmeda tarde de octubre que contrastaba con el calor
de nuestros cuerpos, provocando que de nuestra piel emanara un ligero vaho,
propio de la condensación por la traspiración y el cálido calor del fuego de la
chimenea. Y la lluvia arreció al tiempo que nuestros muslos se enredaban. Y el
hipnótico sonido de la lluvia se mezcló con nuestros tímidos susurros y
gemidos. Y el cielo tronó cuando en tus carnes me enterraste sin piedad, ávida
y deseosa de sentirte plena. Y de mi garganta arrancaste gruñidos exasperantes
al sentirme prisionero bajo tu cuerpo, atrapado por tu pasión, animal indefenso
ante la voracidad de su depredador. Me retorcí cada vez que con tus nalgas
aplastabas mis atributos, cada vez más hinchados, más congestionados, más
mojados por la mezcla de nuestros propios elixires que resbalaba de tu oculta
flor. Ahogabas mis roncos gruñidos que intentabas evitar, tapándome la boca y
agarrándome por el cuello, buscando privarme de sentido, evitando que ese
excitante sonido te arrastrara al summum del placer, anhelando prolongar
eternamente ese inigualable gozo. Estéril esfuerzo, pues con el redoble de la
lluvia tus caderas redoblaron sobre mí, tiritando temblorosas, rítmicamente,
sincronizadas con las palpitaciones de mi miembro que, sin remedio, se
derramaba en tu interior, hasta quedar exhaustos, complacidos, sudorosos,
satisfechos. Y la lluvia cesó en el momento en que te mesaba el cabello, justo
cuando apoyaste tu cabeza en mi pecho, en el preciso momento en que nuestra
respiración recuperó la paz.

jueves, 18 de mayo de 2023
TARDE DE OTOÑO
La tarde se presta a delicados placeres.
Otoño incipiente de rojizos ocasos. El incienso se huele, la música suena, el
aceite se templa. Los cuerpos esperan. Mientras tu mirada fijas en la luz de
mis pupilas alargas tu pierna. La apoyo en mi pecho, derramo unas gotas del
untuoso y aromatizado líquido que caliente sobre tu piel brilla. Comienza la
orgía. Masaje excitante que prepara el cuerpo para que la excitación fluya. El
corazón galopa, la respiración se agita, los sexos se muestran, explícitos, sin
vergüenza, descarados, con deseo, erguidos, mojados, abiertos, dispuestos a
consumar la cópula. Cuerpos calientes que al compás de la música las pelvis
cimbrean. Aumenta el compás, se acelera el ritmo, el clímax explota. Sudoroso
abrazo el que tras el encuentro en mi cuerpo te arropa. Te beso, te calmo, te
acaricio. Te amo.

miércoles, 17 de mayo de 2023
SOLITARIO RELAX
Se
acerca el fin del verano y aprovecho los últimos días para terminar de cargar
las pilas. Disfruto de la memoria de nuestros momentos, ahora que ya regresaste
a Madrid. Busco los rincones, entre los dos descubiertos y recalo en esa
solitaria playa, a la mágica hora en que no la tengo que compartir con nadie.
Desnudo me baño y disfruto de la placentera sensación de ser acariciado por el
agua en toda la extensión de mi piel. Me tumbo, medio sumergido, apoyado en los
codos, apenas con mi cabeza y mi torso fuera del agua. Relajado y solitario
baño, acunado por el rumor de las olas. Paz interior. Cierro los ojos, dejo
caer la cabeza hacia atrás y a mis recuerdos vuelves, como una amazona
poderosa. Y mi cuerpo se excita al sentir mis atributos yendo y viniendo entre
mis muslos chocando con ellos por el suave movimiento de la mar. Y más se
altera cuando te recuerdo, en esa misma playa, en esa misma posición. Cuando
hacía apenas dos días me tumbaste y me montaste, agitando mi sexo como ahora
hace la salada agua. Cuando dejaste caer tus senos en mi rostro para que los
buscara con mis labios. Cuando buscaste exprimirme, presa de tu placer,
aplastando mis testículos con tus nalgas. Cuando te desbocaste y me cabalgaste
con un endiablado brío. Cuando derrumbada caíste sobre mi pecho y buscaste mi
boca con tu boca. Cuando exploté en tu interior, y como un volcán en erupción,
no pude contener la lava ardiente que te inundó y satisfizo. Y ahí, en mis
recuerdos, mi cuerpo se abandonó a ese irrefrenable deseo de placer inminente.
Te deseo.

martes, 16 de mayo de 2023
HIELO
Derrite es hielo sobre mi piel caliente. Apaga mi fuego con tu
vientre ardiente.

lunes, 15 de mayo de 2023
OSCUROS BESOS
Sólo
nosotros sabemos lo que esos besos significan. Sólo nosotros sabemos el destino
de esa boca. Sólo nosotros sabemos los placeres que mi lengua evoca, cuando
entre tus nalgas se arrastra y éstas tiritan. Sudor, placer, mojados sexos,
angustia, calor, gozo supremo, pieles y lenguas, clímax extremo.

domingo, 14 de mayo de 2023
SOLEDAD EN LA PLAYA
Despierto
temprano y busco mi soledad. Playa escondida y desierta donde dejar que mi
cuerpo disfrute desnudo de los primeros rayos de sol. Baño furtivo mientras el
sol se despereza. Libertad de sentir el agua acariciando hasta el último
centímetro de mi piel. Inspiro y escucho el rumor de las olas en la playa.
Siento paz y en ese momento te recuerdo durmiendo y pienso si no hubieras
preferido que te despertara para compartir juntos este momento. Para jugar
entre las olas, para abrazarnos desnudos en el agua, para robarnos besos
salados, para hacer cómplice al astro rey de la ardiente pasión de nuestros
cuerpos en ese idílico lugar, para abandonarnos al amor, para sentirnos en
plenitud, para luchar por el placer en la guerra del lascivo encuentro. ¿Te
despierto y vienes?

sábado, 13 de mayo de 2023
DULCE MORDISCO
Amanecimos con unas ganas desmedidas
cuando la luz irrumpió en el dormitorio y, mientras desvelaba nuestro sueño,
despertaban nuestros sexos que, inexplicablemente, se mostraron necesitados de
satisfacer el primitivo instinto de la cópula.
Unos besos bastaron para que nuestros
muslos se enredasen y, a la vez que nuestras lenguas se anudaban ávidas,
nuestras anatomías se encajaron cuando con mi cuerpo te cubrí mientras yacías
boca abajo, sintiendo los dos una gozosa placidez al llevar al extremo la
ejecución del acto con una profundísima penetración, facilitada por tu
habilidad para elevar las nalgas.
Comenzó el baile de la turgente carne,
con lascivos movimientos, sin ser conscientes de que se aceleraban exponencialmente
de manera proporcional a la excitación y el placer que sentíamos.
Mi cintura se desbocó cobrando vida
propia, obedeciendo rigurosamente las indicaciones de tus gemidos ahogados,
palabras sueltas casi ininteligibles que anulaban la voluntad de mi razón, al
tiempo que con tu mojado sexo obrabas tortuosamente sobre mi miembro erguido,
que se movía con desesperación en tu interior.
Tu agitada respiración, los espasmódicos
movimientos de tu culo, la generosa humedad entre tus piernas y un desgarrador
“para que me corro”, me hicieron saber que estabas en ese punto de no retorno.
Contradictorio ruego el tuyo, cuando lo que deseabas precisamente era eso,
alcanzar el clímax que estabas rozando con los labios de tu sexo.
Tus súplicas resultaron infructuosas, no
pudiendo evitar que tus muslos se empaparan cuando sentiste ese dulce mordisco
en el lóbulo de tu orejita.
Momento culmen de sincrónico gozo y
mientras te contraías rítmicamente sobre mi erección, abundando en tu humedad,
me exprimías con desconocido arte hasta dejarme seco y sin aliento, posando mi
pecho sobre tu espalda, cayendo sobre tu cuerpo, quedando los dos inmóviles,
expuestos e indefensos ante los ya descarados rayos de sol.

viernes, 12 de mayo de 2023
OLAS Y MAREAS
Amanezco
sudoroso por el intenso calor de esta noche de verano y lo primero que hago es
girarme, contemplarte desnuda sobre las sábanas y deleitarme con tu cuerpo
yaciente, con ese brillo de tu piel, con tu tacto de melocotón, con esas curvas
de mujer rotunda, con ese gesto sereno de merecida placidez, esbozando una leve
e inocente sonrisa que, a su vez, me hace sonreír por intuirte dormir
satisfecha y feliz.
Y me
dirijo a la ducha, dispuesto a refrescarme y terminar de despejarme y, con el
agua tibia tirando a fría, meto mi cuerpo bajo el chorro de la alcachofa,
levanto la cara y dejo que salpique mi rostro, mientras respiro por la boca y
siento como resbala por mi cuerpo desnudo.
Recuerdo
tu rostro de bella durmiente, con ese gesto de falsa ingenuidad, y a mi mente
viene el brillo de tus ojos a la luz de la luna, dibujando con tus labios una
leve sonrisa que te hacía parecer engañosamente frágil.
Y sigo
recordando cómo te sentaste sobre mi cuerpo tumbado boca arriba, cómo alargaste
tus manos y cogiste mis muñecas, llevando mis brazos sobre mi cabeza, como te
mordiste el labio inferior, asegurándote de que te mirara, mientras movías
alternativamente tus hombros provocando un balanceo hipnótico de tus senos
sobre mi rostro.
Y tu
descarada insinuación pronto obtuvo resultados, llevando mi masculinidad a una
rigidez pétrea, alimentada por el dulzor de tus tostados pezones que,
alcanzados por mi lengua, comenzaban a marcarse sobre tus esféricos pechos.
Y eso te
llevó a mover con suavidad tus caderas, en un lento y suave arrastrar el
vértice de tus muslos sobre mi miembro latente, frotando tu vulva contra mi
verga. Despacio, tortuosamente, dejando que tu cuerpo comenzara a destilar el
elixir del placer embadurnándome poco a poco, convirtiendo el torpe roce en un
suave y placentero resbalar, donde nuestros sexos se deslizaban, piel contra
piel mojada, como un mecanismo perfectamente lubricado.
Y en tu
vaivén, el hambre de tus caderas te llevó a buscar la manera de engullirme sin
piedad, moviendo tus nalgas dibujando imposibles círculos, yendo de izquierda a
derecha, buscando desplegar por completo los pétalos de tu flor, hasta encajar
la cabeza de mi ariete entre tus labios vaginales, y en un hábil y acrobático
gesto de tu culo, comenzar a enterrarme en tu interior mientras yo te ayudaba
empujando con mi cintura hacia arriba, hasta quedar totalmente oculto en tu
cálida y húmeda cueva.
Y con
medida lentitud te moviste sobre mi cuerpo, apretando con fuerza tus músculos,
aprisionando mi polla, masajeándome con tu delicioso coñito, mientras tus tetas
seguían ahí, al alcance de mi boca.
Y la
respiración agitada invitó a la fiesta a generosos suspiros que,
inevitablemente, se convirtieron en obscenos gemidos y en desgarradores
gruñidos, muestras descaradas de un placer exquisito y soberbio.
Y tus
tetas comenzaron a botar sobre mi cara cuando tu culazo comenzó a saltar sobre
mi verga, sensaciones demoledoras que nublaron mi mente y te arrastraron al
abismo de tu clímax que me anunciaste empapando mis huevos con tus flujos y
exhalando un grito ahogado de placer, y como dos suaves olas separadas por una
fina lengua de tierra, nuestros cuerpos se fundieron en una dulce marea,
compartiendo mezclados fluidos cuando derramé mi néctar en tu sabroso sexo.
Y
enfrascado en estos recientes recuerdos, mientras enjabonaba mis nalgas, tuve
la sensación de sentirme observado. Me giré y ahí estabas, desnuda, apoyada en
el quicio de la puerta, contemplándome, con tu dulce mirada y tu inocente
sonrisa.

jueves, 11 de mayo de 2023
CALOR, DEMASIADO CALOR, OBSCENO CALOR
Días de
estío, en los que la temperatura modifica el estado natural de los objetos, de
la materia y de los cuerpos.
Días en
los que las cosas se funden, lo líquido se evapora, lo sólido se derrite, la
piel traspira, los cuerpos se calientan y los sexos se revolucionan.
Quizá no
todos experimenten lo que mi cuerpo manifiesta cuando el calor lo sofoca, pero
en mis carnes sufro y disfruto lo que las altas temperaturas provocan.
Es una
sensación, ¿Cómo explicaría yo?, entre incómoda y excitante. Sentir mi sexo
dilatado, semierguido, de manera constante a lo largo de la jornada desde que
el termómetro sube en el primer tercio de la mañana, hasta que, casi al
anochecer, se libera esa tensión acumulada. Hasta que permito que mi deseo
termine de desatarse.
Desesperación
es lo que siento con mi cuerpo prisionero de esa primitiva excitación que me
provoca este calor. Obscena sensación que me persigue a lo largo del día hasta
que, por fin, consuelo mi aberrante estado.
Y me
siento primitivo y salvaje, perdiendo cualquier atisbo de romanticismo y de
sutileza. No quiero hacer el amor, quiero copular como una bestia, quiero
montar a mi yegua, igual que hace un semental en celo a la hora de montar a su
mejor potra.
Quiero
oír el chapoteo de tu sexo empapado cada vez que te penetro con fuerza y mis
testículos topetean en tu culo, hasta sentir que me los mojas. Quiero lamer tus
pechos, morderte los pezones, hasta hacerte prisionera bajo mi cuerpo sudoroso.
Es un estado casi inmoral, en el que me siento erecto y salido, salido como un
cabrón, en el que siento mis testículos hinchados y calientes.
Es un
estado en el que pierdo la razón y la cordura, y lo que me apetece es
desnudarte, ponerte a cuatro, sobre la cama, separar tus nalgas con mis manos,
hundir mi cara entre tus muslos, olerte y lamerte, darte un fuerte lengüetazo
arrastrando mi lengua desde tu clítoris hasta tu esfínter y penetrarte con
fuerza mientras te sujeto por las caderas. Poseerte de manera intensa, con
brío, con fuerza, que se sienta, que se respire, que se vea, que se oiga.
Y
morderte el cuello, la nuca, los hombros, mientras empujo con fuerza hasta lo
más profundo de tu sexo.
Hasta
sentirte entregada, totalmente empapada, con tus pezones erguidos y tus muslos
abiertos para mí.
Es un
estado en el que no te haría el amor, sino que te follaría como si nos fuera la
vida en ello. En otra ocasión, dejaría que me montases, que me cabalgases,
aplastándome los huevos con tu culo en cada caída, pero hoy, no, hoy soy yo
quien quiere mantener el control.
Y el
reloj avanza despacio, como si de una tortura se tratara, e intento distraer mi
mente para que mi bragueta recupere un deshinchado estado que, por lo menos,
sea inapreciable a simple vista, pero consciente de que, al llegar a la
intimidad de mi casa, en cuanto me desnude, otra erección incontrolable se
manifestará exigiendo consolar la excitación de todo el día.
Y cuando
llega el ansiado momento, es un momento explosivo, en el que las reacciones se
suceden casi espontáneamente y de intuitiva manera, pero no siempre con la
misma secuencia.
A veces
me miro, delante del espejo del vestidor, desnudo y empalmado, y me sorprendo a
mí mismo.
Me
excita verme agitando mi miembro con una mano y apretándome los huevos, para
que no se bamboleen, con la otra.
A veces,
unos rápidos e intempestivos meneos son suficientes para hacerme entrar en
erupción y, otras veces, en cambio, nunca encuentro consuelo y quiero más, y
más, y más.
Y casi
en trance, y con la razón nublada, vienen a mis recuerdos el placer de tus
rincones, la suavidad de tu piel, la lascivia de tus besos, la humedad de tus
muslos, tus agónicos gemidos cada vez que nuestros cuerpos se acoplan
sincrónicamente, y te siento tensando tus muslos, arqueando tu espalda,
apretando tus nalgas al tiempo que exhalas ese desgarrador alarido de sublime
placer que me advierte de la llegada de tu clímax, momento que me derramo de
manera incontinente y obscena, espasmódicamente, hasta recuperar la calma.
Y
lentamente, recupero el aliento y abro mis ojos, y me veo frente al espejo,
desnudo y aflojado, complacido, pero deseoso de que hubieras estado aquí,
conmigo, para haber compartido ese placer contigo.

miércoles, 10 de mayo de 2023
OFRECIMIENTO
Y tras ofrecerme a tu voluntad, con tus muslos sedientos drenaste
mi miembro, hasta dejarme completamente seco.

martes, 9 de mayo de 2023
EMPUJA
Empuja con fuerza, me pediste. Y clavándome en lo más profundo de
tu cuerpo, nuestros sexos comenzaron a palpitar sincrónica y rítmicamente.

lunes, 8 de mayo de 2023
SED
Debí suponer que un café no apagaría tu sed. Que un beso no
calmaría tu hambre. Que un abrazo no saciaría tus ganas de mí. Y prisionero de
tus muslos nos abandonamos al placer.

domingo, 7 de mayo de 2023
ESTRELLAS
Te llevé a ver las estrellas y, tras la pasión a la luz de la
luna, amanecimos gozosos al alba.

sábado, 6 de mayo de 2023
RAZONES
Sólo dame una razón para que no te deje montarme, para que te
prive de mi cuerpo, para que te niegue el placer.

viernes, 5 de mayo de 2023
LENGUA
Si ya me gusta que me abraces, sentir tu lengua en mi piel no
sabes lo que me provoca.

jueves, 4 de mayo de 2023
ASIENTE
¿Me dejas darte los buenos días? No hace falta que digas nada, un gemido será suficiente muestra de libre consentimiento.

miércoles, 3 de mayo de 2023
PENSAMIENTOS INAPROPIADOS
¿Los compartimos?

martes, 2 de mayo de 2023
TRAS LA SIESTA
Mañana
de domingo, en la que compartimos un paseo por el Retiro, risas, confidencias,
sorpresas agradables aliñadas al sol en una terraza con unas cervezas y unas
tapas. El verano amenaza con ese sopor por el calor y nos lleva a refugiarnos
en casa. Nos dormimos una siesta reconfortante y relajada, en la que nuestros
desnudos cuerpos se respetan, a pesar de los inevitables roces, alguna caricia
robada y besos cómplices. Despierto y duermes. Voy a la cocina a por un vaso de
agua y al regresar contemplo tu estampa. Me descubres yendo hacia ti, me miras
fijamente y percibes ese brillo en mis pupilas que delatan el placer que deseo
hacerte sentir. No articulas palabra, pero los gestos hablan. Y si el deseo
invade mi sexo, tus muslos abrasan. Me acerco y me acoges, me alcanzas y tiras
de mí hacia ti como esa pantera que alcanza su presa, celosa por devorarla. Y
la lucha empieza, suenan timbales al ritmo que las ansias nos marcan. Los sexos
despiertan, y se enervan, se crecen, se abren, se mojan. Los gemidos invaden la
sala, los gruñidos caen sobre la almohada, los cuerpos se baten en lid
sofocada. Y afloran sudores, saliva, fluidos que provocan que nuestras pieles
resbalen. Y entro hasta tú más profundo interior extrayendo de ti tu mejor
néctar. Me clavas las uñas, me estiro, me anudas con tus muslos, te empujo, te
arqueas, me tenso, me atrapas, te giras, me montas salvaje. Y en brutal
cabalgada jadeas al límite, hasta saciar tu sed, hasta alcanzar tu clímax,
hasta hacerme gruñir, hasta exprimir mi más masculina dureza. Caes sobre mi
pecho, te acojo, te beso, te mimo, te cuido, te calmo, te abrazo.

lunes, 1 de mayo de 2023
TRES VIEJOS LIBROS
Repasando
en los viejos volúmenes de mi biblioteca, encontré tres ejemplares en los que
suelo refugiarme con cierta periodicidad. No son grandes obras, pero me
escuchan sin juzgarme, cuando ahogado en dudas recurro a ellos buscando
respuestas.
Quizá
sea por mi mala cabeza, mi mala suerte, mi exigencia o, en ocasiones, mi
impertinencia, pero como hombre y mortal, a veces soy pecador y caigo ante
tentaciones de las que es mejor guardar buenos recuerdos que arrepentirse, pues
en su goce estuvo el pecado y en el placer la penitencia.
En
ocasiones me da por hacer anotaciones, pequeños apuntes, breves reseñas que me
ayuden a recordar esa fantasía que mi mente imaginó o ese prohibido placer que
mi carne disfrutó, en el tálamo compartido con la lujuria y la lascivia como
silentes testigos.
Y cuando
tengo algo de tiempo, ese bien tan preciado y muchas veces infravalorado, cosa
que no ocurre con frecuencia, lamentablemente para mí, repaso esas ideas
garabateadas y, con los ojos cerrados, recreo la escena fantaseada o, con
evocadoras profundas inspiraciones saboreo el regusto del goce disfrutado y
compartido y, con serena paciencia, intento darle forma a través de las letras
configurando, humildemente, mis propios tres viejos cuadernos.
De esta
forma acumulo, cual Diógenes, recuerdos y fantasías que se mezclan en mi mente
y, a la par que me complacen me confunden. La imaginación es poderosa en la
mente inquieta y el cuerpo que desea y, cuando se activa, empieza una espiral
sin fin en la que en cada giro aumenta la velocidad, aumenta el radio, aumenta
la estela, aumenta el deseo y el cuerpo despierta. Placer mental que se
retroalimenta al calor que la tinta de la pluma deja sobre el papel según se
dibujan las letras que describen la mental escena.
Y mi
inconformismo me lleva a leer y releer lo ya escrito buscando pulir rebabas y
abrillantar detalles, en los que me sumerjo, en apnea imposible que me priva
del vital aire a la par que la más primitiva de las excitaciones se apoderan de
mi voluntad, derivándome, cuál náufrago exhausto, a esa isla desierta en la que
mi masculinidad no conoce la vergüenza y se yergue desafiante en mi regazo
mientras termino de dar forma al texto, sobre el que queda algún borrón de
tinta cuando mi pulso tiembla por la excitación que mi cuerpo acumula dejando
el mismo muestras de gotas traslúcidas que involuntariamente mi miembro
expulsa.
Llega el
calor, la respiración agitada, el corazón acelerado, los sofocos, la salvaje
excitación de sentir el aire acariciando mi cuerpo desnudo sentado frente al
escritorio y las palpitaciones bajo mi vientre manteniendo erguido mi sexo que
clama por ser liberado en tan agónica escena.
Y en
placentera sincronía, al tiempo que los protagonistas de mi calenturienta…
¿fantasía?, ¿recuerdo?, quizá fusión de las mismas, se retuercen de placer
cuando les asalta el clímax, mi cuerpo les acompaña fundiéndose en un
compartido éxtasis que hace que me abandone hasta recuperar la cordura.
Perdón
por la impostura si acaso mi elucubración no fue de tu interés, más sólo
pretendía buscar refugio, como decía al principio, quizá de mis propios
demonios. No desaprovecharé la ocasión para invitarte a que eches un vistazo a
mis tres viejos e incompletos cuadernos, con la advertencia de que no pretenden
ser nada, sólo un pequeño refugio para mi pecadora alma.

LA TÉNUE LUZ DEL ALBA
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...
-
El calor tropical de la noche no nos hubiera dejado dormir si no hubiera sido por nuestro tórrido final de velada. Después de cenar y de h...
-
Huele el olor del cuero del columpio. Siente la dureza del cuerpo que te llena. Mueve con brío tus poderosas caderas, mientras con tus talon...
-
Hay días que, cuando la luz me llama a despertar, mi cuerpo te extraña. Mañanas en que mi sensible piel está más sensible todavía. Tengo la ...