METRICOOL

viernes, 17 de marzo de 2023

REFUGIO




En tiempos de atronadores tambores, ensordecedor tráfico y contaminación acústica desesperante, busco refugio en la soledad de la naturaleza, dónde escuchar el trino de pajarillos silvestres y el rasgar de las hojas vapuleadas por el aire. También disfruto del rumor de las olas del mar rompiendo contra la orilla, mientras inspiro profundamente, llenando de aire mis pulmones y saboreando ese intenso olor a salitre. Momentos de íntima introspección, en los que paso revista a la colección de olores, sabores y sonidos que almaceno en mi mente, buscando los más reconfortantes. Y entre ellos vienen a mi recuerdo el olor de tu cuerpo cuando paso mi nariz por tu espalda desnuda, el sabor de tu piel, cuando mis labios besan hasta el último rincón de tu anatomía, y el sonido de tus gemidos cuando nuestros cuerpos se funden en un único ser incandescente en un apasionado y carnal encuentro. Gemidos que acarician mis oídos y penetran en la profundidad de mi mente como mi cuerpo penetra en lo más hondo del tuyo. Gemidos que se mezclan con jadeos. Jadeos que se confunden con los roncos sonidos guturales, gruñidos ahogados que arrancas de mi garganta. Y voces, voces infernales que suplican y me piden, y me ruegan, y me insisten, y me marcan el ritmo que mis caderas obedecen hasta que mi mente se pervierte, mi cuerpo se abandona y mi sexo estalla impertinente liberando la blanca lava ardiente. Y caigo sobre ti, cubriendo con mi cuerpo tu cuerpo desnudo, y me mesas el cabello, y recuperamos el aliento, y pienso ¿Qué detonó mi explosión? Fue tu voz, esa voz que penetró mi mente. ¿También te penetró mi voz?

 

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