Y la velada comenzó cuando, briosa, me despojaste de la chaqueta.
Ahí se apagó la luz. Así se encendió el deseo.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Y la velada comenzó cuando, briosa, me despojaste de la chaqueta.
Ahí se apagó la luz. Así se encendió el deseo.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...
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