A la espalda de tu cuerpo
se templó mi alma.
En el calor de mi regazo
se alteró tu calma.
En las llamas de mis ganas
te busqué con ansias.
En rescoldos de pasiones
combustionamos al alba.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
A la espalda de tu cuerpo
se templó mi alma.
En el calor de mi regazo
se alteró tu calma.
En las llamas de mis ganas
te busqué con ansias.
En rescoldos de pasiones
combustionamos al alba.
Piénsalo, y lo querrás.
Pídelo, y se te dará.
Suéñalo, y lo sentirás.
Vívelo. Te mojarás.
Hay paisajes imposibles, que recuerdan, que sugieren, que evocan,
que adivinan lo que mi piel siente, lo que mi memoria nubla, lo que mi nariz
respira, lo que mis ojos añoran. Hay playas vírgenes y montes de Venus.
En la ofrenda está la generosidad, aceptando la correspondencia,
muestra de complicidad, intimidad y obediencia.
Caliente despierto
al calor de tu cuerpo.
Caliente me siento
al rozar tu piel.
Caliente y ardiente
de tus muslos fiel.
Caliente me tienes,
caliente y salido.
Caliente te ofrezco
la miel de mi Olimpo.
Igual que el bravo mar
con su espuma envuelve el faro,
tú me exprimes con tus muslos
hasta vaciar mi falo.
Olas gigantes,
vaivenes mortales,
tormenta de mares,
orgasmos salvajes.
Humeante café valiente que su aroma propaga. Humeante café
caliente que con pudor nos embriaga. Humeante café. Te pienso. Con su intenso
perfume, madera y especias, caoba e incienso. Déjate llevar por la fuerza que
sientes al inspirarlo profundamente. Respira fuerte. Deja que te despierte el
cuerpo y alborote tu mente. Deja que te acompañe esta mañana. Deja que te
libere de la calma. Deja que te estremezca el alma. ¿Te apetece que te prepare ese
café?
El amanecer nos hizo compartir besos, deseos, pasiones.
Abraza, disfruta, siente,
no temas, sé valiente,
dentro de nuestro vientre ardiente,
hay más placer por venir.
Te espero paciente, para amarte con paciencia. Mas si me
desesperas, larga será tu espera en tu agónica súplica porque te lleve al
placer que deseas.
Ávida por libar mi néctar, en tu desesperación olvidaste los más
elementales modales.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...