Igual que tras la tormenta siempre llega la calma, tras la pasión
que alborota el alma siempre llega la paz del placer sereno.
Pasión en la que nos entregamos, compartimos y nos fundimos,
compartiendo caricias, besos y abrazos.
Lenguas que se arrastran por las pieles, dejando su húmedo rastro
de venenosa saliva que se mezcla con el sudor de la piel y con los elixires
secretos del cuerpo que lame.
Almizcle que embriaga y lubrica, predisponiendo las mentes y los
cuerpos a un apasionado encuentro de amantes sin compasión, ansiosos por
descubrir el cuerpo ajeno.
Perfume que destilan los poros de la piel brillante, incienso
profundo y excitante el que de nuestras entrepiernas sale.
Hasta que la fuerza mana, bruta, indisciplinada y salvaje,
acompasando caderas, reventando nuestros vientres, inundando nuestros cuerpos y
dejando en las yemas de nuestros dedos impregnado el aroma del visceral
encuentro, como señal indeleble de los rincones recorridos, explorados y complacidos.
Olores que lo dicen todo y que penetran en tu mente adueñándose de
tu recuerdo, como te penetraba anoche adueñándome de tu cuerpo.
Aroma que en nuestra cabeza dibuja gemidos, vaivenes y coloridos
éxtasis.
Hay olores que penetran y se adhieren a la piel y a la mente...
ResponderEliminarHay olores indelebles.
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