Te pedí autorización, y tus ojos aceptaron.
Y al tercer orgasmo suplicaste clemencia, apelando a la paz de tu
entrepierna.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Te pedí autorización, y tus ojos aceptaron.
Y al tercer orgasmo suplicaste clemencia, apelando a la paz de tu
entrepierna.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...
Elegancia y respeto aunque el placer se autoriza con los gestos...
ResponderEliminarNo es necesario articular palabra para dar un aceptado consentimiento.
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