El poder de un buen abrazo es, a todas luces, incuestionable. Y
pensarás: ¿a qué viene esto ahora? En mi soledad, y gracias a la prensa, me he
enterado de que hoy es el día internacional del abrazo, y no me he resistido a
reflexionar, vagamente, aceptaré, sobre el mágico poder que un buen abrazo
tiene sobre nosotros, por lo menos en mi caso. Según he leído, nos hacen
liberar la hormona de la felicidad, nos regulan la tensión arterial y un sinfín
de beneficios más, aunque no, no todos los abrazos son iguales.
Los hay reconfortantes y que nos llenan de alegría, como los
abrazos sinceros de los amigos, esos que nos damos, inocentemente,
independientemente de la condición sexual de cada uno, por el simple hecho de
la alegría que nos ha producido reencontrarnos.
Pero también son inquietantes esos hipócritas, en los que nos
sentimos prisioneros, diría que principalmente entre compañeros de trabajo,
cuando alguien con quien hemos tenido algún rifirrafe nos lo da después de
haber sufrido nosotros algún episodio preocupante. Casi sentimos los puñales en
la espalda, cual Nerón, y arqueamos indisimuladamente una ceja mientras
pensamos: a ver por dónde viene el aire ahora.
También los hay fraternales, ese abrazo entre hermanos, entre
padres e hijos… Ese abrazo que nos da nuestra madre siendo niños, después de un
escorchón en la rodilla, y que nos cura y nos sana, nos quita el dolor, el
físico y el emocional, en cuanto recostamos nuestra cabeza en su pecho.
Otros, sin embargo, son mucho más especiales. El abrazo del primer
amor, que despierta las mariposas en nuestro estómago, revoloteando hasta que
el rubor alcanza nuestras mejillas. Que se vuelve adictivo por el placer que
nos produce y las expectativas que despierta. Ese es un abrazo que nos produce
una paz infinita, a la par que alborota nuestras hormonas. Abrazo que ofrecemos
y recibimos de mil maneras a cuál más placentera. Abrazos desnudos donde nada
se esconde y todo reacciona. El gusto de sentir la piel templada del otro entre
nuestros brazos mientras nuestros labios se besan. Abrazos de frente, donde los
cuerpos tropiezan por la naturaleza de las anatomías. Abrazos de espalda, donde
las anatomías se acoplan y el calor se dispara. Abrazos de pie a los pies de la
cama, abrazos tumbados que acaban en llamas. Abrazos de manos, de brazos que
abrazan. Abrazos de cuerpos que enervan el alma. Abrazos de piernas y muslos en
alza. Abrazos de sexos, que sexos atrapan. Abrazos de orgasmos que en clímax
acaban.
Hoy necesitaría un abrazo, ¿me abrazas?
Sin dudarlo ni un momento
ResponderEliminarSerá un placer disfrutar de ese abrazo.
EliminarMaravillosa descripción de los tipos de abrazos, pero para mi opinión el mejor es el último, el de los dos cuerpos acoplados, desnudos, percibiendo el olor de la piel y su sabor y descubriendo cada milímetro del cuerpo del otro. Recibe con cariño mi abrazo virtual...🫂🌹
ResponderEliminarEsos abrazos son especiales. Muchas gracias por tu aportación.
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