Y del abismo de tu clímax te recuperé para traerte, poco a poco, a
la conciencia del ahora.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Y del abismo de tu clímax te recuperé para traerte, poco a poco, a
la conciencia del ahora.
Con nada me satisfaces más que compartiendo conmigo tus gestos de
placer.
Delirio gozoso.
Éxtasis para los sentidos.
Estoy que no sé, si terminar de vestirme o volver a meterme en la
cama.
¿Qué me sugieres?
Baile de manos,
inocentes roces,
dedos que esconden,
pasionales tactos.
Prepara tu cuerpo,
despeja el pecado,
acoge el encuentro.
Déjame que suelte el corchete de tu sostén blanco, que libere esos
hermosos senos que se adivinan revoltosos, déjame que disfrute de cómo saltan
celebrando su libertad.
Déjame que deslice dos deditos entre la levedad de la tela de tu
braguita y tus caderas, que las deslice por tus piernas, por tus muslos, por
tus rodillas, hasta sacarlas por tus pies.
Déjame que piense en ti, en tu cuerpo, en tu voz, en tus manos
buceando entre tus muslos, en tus caricias furtivas, en tus gemidos ahogados,
en tus pezones erectos.
Déjame buscar mi sexo erguido, hinchado, turgente, caliente,
rígido, salido, deseoso de liberar la tensión que le produce la esencia que le
rebosa al verte desnuda en mi mente.
Déjame que lo agite, imaginando tu aroma, imaginando la humedad de
tu delicado rincón, imaginando las contracciones de tu vientre al saberse tu
sexo excitado y provocado.
Déjame que me derrame, que mi volcán entre en erupción, que
explote en mi clímax, que comparta en mi mente mi placer contigo.
Déjame desfallecer exhausto sobre tu cuerpo satisfecho.
Déjame.
Desayuno compartido, preludio de un buen septiembre. De un bonito
día. De un apasionado amanecer. Placeres de fin de verano. ¿Preparo café?
No provoques la ira de mi lengua o sufrirás la tortura de sentirte
acariciada, besada y lamida, hasta el umbral de tu clímax, abandonándote en
tierra de nadie durante unos instantes, para volver a provocar tu cuerpo, y
volver a abandonarte, hasta que el grado de deseo y excitación sea tan alto que
con solo sentir mis labios sobre tu caramelito rompas en oleadas de
contracciones que te arrastren al abismo para yacer exhausta en la paz de tu
orgasmo.
Un baño al amanecer.
Un despertar solitario.
Un recuerdo imaginario.
Mis deseos por tu piel.
La toalla cubre la madura fruta.
La sabrosa pieza.
La turgente y dura.
La que tú deseas.
Tenía ganas de comer y decidí comerte a ti. Pero antes quise
enfriar tu piel. Bocado templado.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...