Y la función comenzó cuando tu
primer gemido dio paso al espectáculo de luz y de color, de placer y de calor.
Tu cuerpo comenzó a manifestar notas de placer, interpretando una sinfonía de
exquisito gusto, con tempo adagio, in crescendo lentamente cuando tus ojos
observaron la mesita con los juguetes que te quedaban por probar. Tu
respiración se agitó progresivamente y tu impertinente impaciencia me llevó a
someterte con la disciplina del goce ausente. Te retorciste, pero asumiendo,
mientras tus caderas, poco a poco, fueron tomando vida propia. Olfateaste mi
piel, cuál hembra en celo, y tus ganas aumentaron buscando mi cuerpo con tu
boca. Tranquila pequeña, te susurré al oído. Esto es solo el primer acto.
Un momento algo inquietante sobre todo por ese susurro al oído
ResponderEliminarEsos susurros, casi siempre, erizan la piel y nos ponen en alerta.
Eliminar