Fue en un pueblo sin mar, una noche, después de un concierto. Era verano y el Festival Pirineos Sur se estaba celebrando, como siempre, en pleno Valle de Tena, en el Pirineo aragonés. El día anterior acababas de aterrizar desde tu maravillosa isla y fui a recogerte al aeropuerto y, desde Barajas, directamente nos fuimos a hacer noche a Jaca.
Me encanta esa ciudad con espíritu de pueblo, su centro con sus estrechas calles, plagadas de bares con espectaculares tapas y buenos vinos. Tras dejar las bolsas en el hotel, un poco alejado, en la carretera de Pamplona, pero con un agradable paseo hasta la población, visitamos la Catedral y la Ciudadela, imprescindibles de ver, para seguidamente hacer un recorrido gastronómico de pequeñas delicatesen, disfrutando de sabrosos caldos y de una charla más que animada.
Nos recogimos pronto. A pesar de ser julio, la temperatura cae cuando anochece en zonas altas, y al día siguiente íbamos a ir pasar el día de conciertos. Serían, quizá, las doce y media de la noche cuando emprendimos el camino de regreso al hotel. El cansancio acumulado a lo largo de la semana y, por supuesto, el viaje, también hizo mella, por lo que caímos rendidos y dormimos plácidamente abrazados.
Al día siguiente, serían las 10 de la mañana cuando nos levantamos. Recogimos, desayunamos y salimos para Sallent. El recorrido es corto y agradable, por una carretera poco transitada y rodeados de árboles y montañas. Un paisaje bucólico y romántico que te relaja cuando lo observas con detenimiento.
Hacía un tiempo espléndido y los diferentes grupos musicales fueron tocando a lo largo de la jornada. Era una experiencia distinta a los típicos conciertos, con un ambiente más familiar y distendido. Bocadillos, cerveza en vaso de plástico y buen rollo corría entre los asistentes. Sobre las ocho de la tarde terminó el concierto de ZAZ, esa chica francesa que tiene una voz prodigiosa, aterciopelada y dulce. Los grupos que venían a continuación no nos interesaban demasiado, así que nos tomamos la última caña y decidimos volver a Jaca.
Por la mañana habíamos estado mirando en un mapa, mientras desayunábamos, un corto paseo por un pequeño bosque que estaba de camino, así que, aprovechando la última luz del día, decidimos emprender la vuelta y buscarlo.
A los pocos kilómetros vimos el desvío y lo cogimos, era un camino de tierra, en buen estado, que llegaba a una explanada donde poder dejar el coche. Bajamos, nos cogimos de las manos uno frente al otro, miramos hacia el cielo e inspiramos profundamente, llenando nuestros pulmones de ese aire puro e impregnándonos de la energía que se percibe en sitios tan especiales, tras lo cual nos pusimos a recorrer el sendero que dibujaba el mapa.
Los sonidos del bosque amenizaban el paseo, se oían pajarillos cantando y un suave viento agitaba las ramas de los árboles, provocando ese singular sonido de las hojas. Ese sonido que, acompañado por la penumbra de adentrarnos entre los altos y viejos árboles, casi nos hacía estremecer.
El ambiente, a pesar de estar en plena naturaleza, se sentía imponente y serio. Se percibía una energía superior, una carga de tensión electrizante que nos llevaba a un estado de inquietante alerta. Todo parecía tener vida propia y la carga emocional que transmitía el entorno se apoderaba de nosotros anulando nuestra razón.
En un pequeño claro entre los árboles volvimos a mirar al cielo y la imagen fue paralizantemente estremecedora. La profecía se cumplía ajena a las consecuencias que el embrujo provocaba. La constelación de “Lupus” se dibujaba claramente entre las estrellas. Los astros hablaban y nos encontrábamos bajo su inmediato y directo influjo, y un helado escalofrío recorrió nuestras columnas vertebrales, desde la nuca hasta el cóccix. Nos faltó el aire unos segundos, pues los dos sabíamos lo que eso significaba, pero no nos amedrentamos. Si el destino así lo ha querido, así será, nos dijimos mirándonos a los ojos, y con la piel erizada seguimos adentrándonos en el bosque.
De imprevisto el cielo comenzó a cerrarse de negras nubes y la noche cayó de golpe sobre nosotros, te miré y vi tu rostro entre penumbra, sombreado por las ramas, pero delatado por el inquietante brillo de tus ojos. La noche parió su luna, dando lugar a la aparición, casi fantasmagórica de una brillante esfera llena.
Las sombras de nuestras siluetas se perfilaban por la blanca luz, desdibujadas por las sombras de las hojas. Aromas arrastrados por el aire alimentaban nuestro espíritu. Heno fresco, yerba mojada y tierra húmeda se mezclaban en perfecto equilibrio olfativo, despertando y agudizando todos nuestros sentidos.
Cuando me di cuenta, sin saber cómo, te habías adelantado unos metros y se confundía tu silueta con las sombras de los árboles. Te llamé con voz en alto y mientras comenzabas a correr volviste la vista atrás, invitándome a seguirte. Para, te dije, pero me desoíste. Avanzaste veloz hasta que entre los árboles te perdí de vista. Los peores presagios vinieron a mi mente cuando en tu huida sonó con eco el ulular de la loba en celo. Ese aullido que despierta al macho que con cadenas contengo.
Inicié tu búsqueda, corriendo desesperado, guiándome por mi instinto, hasta quedar por completo atrapado por el embrujo. Se me ajaron las ropas, mi mente se nubló, mi cuerpo mutó y de mis manos salieron zarpas con las que correr buscándote con desesperación.
Hombre y macho que en lobo alfa se convierte, dejando a un lado raciocinio y recogiendo el instinto. Afino mi olfato, levanto la cabeza hacia la luna, huelo y aúllo respondiendo a la llamada. Percibo intensos aromas que despiertan mi lado más primitivo, brisa fresca y húmeda que acaricia mi piel desnuda, cuerpos que se encienden ante el deseo que amanece, olor a sexo palpitante y místico encuentro el que se intuye.
Cuerpos iluminados por la tenue y misteriosa luz de la luna, sinuosas y sensuales formas, gruñidos ahogados asoman, respiraciones agitadas, el macho sigue el rastro que la hembra deja, que sigue avanzando hacia lo más cerrado del bosque.
La loba escucha el aullido con todos los sentidos y el deseo se adueña de su cuerpo por completo. Se le acelera el pulso mientras agudiza el olfato esperando captar como su lobo se acerca. Lobo que traspira, por cada poro de su piel, deseo de sexo salvaje cubriendo a su querida loba.
No aúlla. Reprime su expresión aumentando así el deseo, alimentando la sensación placentera de ser buscada y deseada por su lobo, mientras arde en ansias por el carnal encuentro.
La luz de luna, sonido del viento, constelación de estrellas.
Paro un instante, huelo y aúllo. El lobo ha entrado en trance. Percibo tu embriagador aroma y lo que era una retirada lenta se convierte en una búsqueda impaciente. Tu olor es cada vez más intenso, más fuerte, más excitante. Te siento cerca pero no te veo, busco con ansia mientras mi cuerpo ha comenzado a reaccionar. Troto buscando. Me paro de nuevo, afino mi oído y el crujido de una rama que torpemente pisaste desveló tu posición. Despistado me oriento con seguridad, y galopo cada vez más rápido según aumentan tus rastros naturales, según confirman tu presencia, según te siento cada vez más cerca.
Tras frenética y veloz carrera al fin te di alcance y frente a mí te pusiste, enseñando desafiante tus colmillos mientras nuestros espinazos se erizaban y el brillo de nuestros ojos reflejaba el azul ocaso de la luna.
Ahogamos los aullidos, jugando con la pulsión del deseo, aumentando la sensibilidad de la piel, del vello que se eriza, placentero, ante cualquier señal de que los cuerpos se acercan. Oído y olfato en su más álgido punto de apertura y atención, el lobo está aquí y su trance es notorio.
Ven, olisquea el maná de mis fluidos de deseo, encuéntrame, desea la loba, mientras hundo el hocico entre tus patas, lamiendo a mi hembra sintiendo tu sexo candente y fogoso, receptivo y deseoso.
La loba se ofrece, el lobo la monta. Los lobos disfrutan de la unión, de la cópula, del apareamiento salvaje y animal con el que se consumará el aquelarre satánico, la ofrenda a las divinidades, el ofertorio sexual, la penitencia del orgasmo que en su intenso clímax tornará a los lobos humanos.
Y el encuentro se consuma, entre alaridos y gruñidos, mientras el lobo muerde el cuello de la loba.
Y la loba se retuerce entre gozosa y desafiante, mordisqueando al lobo en el morro.
Los ojos se tornan opacos y brillantes, de las gargantas afloran guturales y roncos sonidos, gemidos ahogados, jadeos explícitos.
Inquietante y evocadora escena, sinuosas sombras, calientes cuerpos.
Cuando los lobos se tornan humanos para empapar la escena con sentimientos, voces y gemidos, con palabras, cuando la comunicación traspasa lo visual y avanza hacia lo auditivo y alcanza lo carnal, y lo tántrico, y lo espiritual.
Y la cópula sigue, mientras los cuerpos pierden poco a poco su salvaje aspecto y vuelven a ser pálidos cuerpos de humanos. Y los sonidos ininteligibles se vuelven dulces voces y excitantes gemidos. Y los ojos se aclaran, y el lobo que montaba por instinto a la loba en celo se descubre con su cuerpo prisionero entre los muslos de su hembra, que le marca el ritmo con el sutil empuje de sus talones en las nalgas.
Y sobre la yerba yacen, conscientes del placer sublime de tan intensa entrega. Y me volteas, y ahora eres tú la que como una diosa me monta, cabalgando mi carnal erección mientras con mi boca busco el bamboleo de tus senos.
Y me coges las manos y nuestros ojos se encuentran, y destellan de nuevo cuando bajo la luz de la luna nuestra piel brilla. Y la excitación aumenta. Y el ritmo aceleras, y buscas el clímax con movimientos imposibles que nuestros cuerpos frotan.
Y siento la fuerza de tus rotundas nalgas aplastando mis genitales con inusitada fuerza. Y me tenso, y tu espalda arqueas. Y de tu sexo comienza a manar ese elixir cálido y viscoso con el que mi sexo riegas.
Y aceleras, y sigues, y el ritmo aumentas hasta consumar al unísono la placentera entrega, mientras te retuerces y me exprimes, mientras me derramo y te inundas, mientras de nuestras gargantas sale un ronco aullido que la escena sella.
Y abrazados y sudorosos quedamos a merced del viento y de la luz de la luna. Exhaustos pero satisfechos tras el intenso ritual al que nos sometió la constelación de “Lupus”.
Y el eclipse de la luna llegó, dando por consumado el zoofílico encuentro, dando por concluido el satánico rito, dando por consagrado el aquelarre de la mística transformación de hombre en lobo y su retorno.
Me encanta!!Sin palabras.🐺😈😈
ResponderEliminarMuchísimas gracias por leerlo y por comentarlo. Me alegro de que lo hayas disfrutado.
EliminarSi la ausencia de palabras es por la llegada de placer, bienvenida sea esa mudez.
EliminarFantástico y atrayente, te envuelves en el relato deseando saber el final pero a la vez no quieres que se termine. Magia, que describe al animal en celo y que culmina con la unión de dos cuerpos amandose frente a frente. Sinceramente sensacional...
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus bonitas y generosas palabras. Encuentro místico y carnal de intensas sensaciones.
EliminarMe encanta lo que escribes 😍🔥
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro mucho.
EliminarSimplemente me ha atrapado el texto. Muy interesante todo. 👏👏👏👏👏👏
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
Eliminar😊
EliminarMuchas gracias.
EliminarHe podido sentirlo todo
ResponderEliminarEntonces habrá sido un arcoíris de sensaciones multicolores, a cual más placentera ¿no?
EliminarPor cierto,Zaz es una de mis cantantes favoritas,aunque hace mucho que no la escucho,tendré que volver a hacerlo
ResponderEliminarA mí su voz acaricia mis oídos.
EliminarMaravilloso relato
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
EliminarPrecioso relato ,me ha encantado .....una gran sutileza
ResponderEliminarMuchísimas gracias por visitarme, por leerme y por tu comentario.
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