Nunca supe hacer pereza, hasta que me perdí entre tus muslos.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Nunca supe hacer pereza, hasta que me perdí entre tus muslos.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...
Cuando la pereza se convierte en dedicación...
ResponderEliminar...el reloj se para.
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