Dame placer, me dijiste. Y en cuanto
posé mis labios entre tus muslos, comenzaste a impregnarme de tu sabroso
néctar.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Dame placer, me dijiste. Y en cuanto
posé mis labios entre tus muslos, comenzaste a impregnarme de tu sabroso
néctar.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...
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