METRICOOL

lunes, 10 de julio de 2023

INDISCIPLINADA




Indisciplinada, y poseída por la excitación que se apoderó de su mente, no fue capaz de moderar su comportamiento, y agitando su cuerpo, desoyó mis instrucciones buscando su placer, retorciendo mi verga en el interior de su sexo con endiablados movimientos, hasta que oleadas de rítmicas contracciones la hicieron correrse al tiempo que me vaciaba en su interior, jadeando como una auténtica bestia.

Pero en su irreverencia está el castigo, pues sería por mi parte ser muy mal mentor si no corrigiera tales actitudes.

Y tras el reposo llegó la lección, esa que le enseñaría a escuchar las señales de su cuerpo, esa que la ilustraría en el delicado arte de disfrutar de cada sutil sensación, esa que le exigiría obediencia a las órdenes de su Señor, que solo busca hacer de ella una mujer capaz de disfrutar, que solo busca su mayor, exquisito y sibarita placer.

Se mostró dispuesta y colaboradora, consciente de su error, y ella misma, completamente desnuda, ató sus tobillos a las patas traseras de una silla. Mientras yo contemplaba la escena de esa mujer en cueros y en cuclillas anudándose, acelerándome el pulso. Me acerqué por su espalda y le tapé los ojos con un largo pañuelo de seda negra. Acto seguido, anudé sus muñecas al alto respaldo de la silla.

Estira la espalda, le dije, y se arqueó haciendo sobresalir su culo y elevando sus hombros. Vas a sentir el flogger en tus nalgas, le susurré al oído y, por unos segundos, contuvo la respiración. Arrastré despacio las colas de cuero entre los cachetes de sus glúteos, subiendo despacio por su espalda, y al llegar a sus hombros deshice el camino, lo que le provocó un escalofrío que le erizó la piel, despertando sus hasta ahora inocentes pezones.

Dejo de tener contacto y le susurré: “contrae fuerte el culo”, lo tensó, haciéndolo brillar con el reflejo de la luz, y las colas del flogger se estrellaron contra sus nalgas, abrazando todas sus redondeces, al tiempo que exhaló un sonoro suspiro.

¿Te ha dolido? –no, contestó, y mi mano acarició su culo, reconfortándolo. Serán nueve más, le advertí, y sin pronunciar una sola palabra asintió con la cabeza.

Al recibir la quinta imposición, sus nalgas se veían sonrosadas y al tacto de mi mano se mostraban hipersensibilizadas, pero el castigo comenzaba a ser efectivo.

Cada vez que el cuero contactaba con su cuerpo, un ligero temblor hacía vibrar sus pechos. Los acuné en mis manos, endureciéndose por momentos y pinzando sus pezones ya turgentes.

Aprieta fuerte el culo, vamos a por la sexta, y cada vez lo apretaba más fuerte, con más intensidad, durante más tiempo, apenas relajándolo un instante cuando sentía la caricia de la palma de mi mano.

Y llegó la décima, que consolé como el resto, advirtiendo como su sexo había comenzado a manifestarse. Sus labios vaginales estaban desplegados y de ellos colgaban penduleantes hilillos de su viscoso flujo.

Cogí el flogger al revés, dejando su mango de cristal torneado libre y lo llevé entre sus muslos hasta su pubis. Presioné y lo arrastré abriendo por completo su vulva hasta llevarlo a su ano, que empecé a acariciar lubricándolo con sus propios flujos.

Y el placer se desató de nuevo, comenzando a gemir y a mover su culo, buscando frotarse como una yegua en celo. Le volví a susurrar, -no, todavía no, no se te ocurra correrte de nuevo, pero mis palabras, lejos de calmarla, la alteraron más todavía.

Volví a recorrer su entrepierna con el mango de cristal, que resbalaba con total facilidad, de delante hacia atrás, una y otra vez, recogiendo sus flujos y llevándolos a su esfínter, y cada vez la sentía más mojada, más nerviosa, más excitada. Y cada vez presionaba más fuerte contra su cuerpo y cada vez suspiraba con más agitación hasta que no aguantó más la lenta agonía del orgasmo ausente y suplicó que la dejara correrse.

No va a ser tan fácil, le dije al oído con voz grave. Y con la punta del juguete, volví a presionar sobre su pubis, aplastando su clítoris, haciéndola agitarse y, al resbalar entre sus labios, se puso de puntillas buscando la mejor posición para engullir el cristal tallado, y al encontrarlo se dejó caer insertándoselo hasta la unión con las colas de cuero mientras soltó un alarido de placer que me hizo empalmarme como un semental. Sus flujos impregnaron mis dedos y el olor almibarado del cuero mojado me sacó de mis casillas. Giré el mango, dándole vueltas en su interior mientras arqueaba las caderas, y comencé a retirarlo lentamente, mientras ella lo acompañaba con su cuerpo negándose a dejar de sentirlo en lo más profundo de su coñito. Lo apretaba hasta casi succionarlo y cuando salió el último tramó sonó como cuando se libera la presión de una ventosa.

Ahora no aprietes, le ordené, relaja tu ano, y apoyando la redondeada punta del cristal, comencé a presionar lentamente. Relaja, insistí, relaja el culito, inspira profundamente, y al separar sus nalgas, y con una ligera presión, el primer tercio del mango se introdujo en su esfínter, arrancándole un grito ahogado de placer. ¿Quieres más? –sí, por favor. Buena chica, relaja un poco más, y mientras yo ejercía una ligerísima presión, ella comenzó a empujar con sus redondas nalgas hacia atrás, todo lo que las ataduras le permitían, pero lo suficiente para follarse el culo con el mango completo.

Es hora de apretar, le indiqué. Aprieta fuerte de nuevo y mantén la contracción, y sus labios vaginales se tensaron. ¿Sientes la diferencia? Pregunté. Sí, confirmó. Y el juego comenzó. Relaja, ordené, y al soltar tiré despacio sacando un tercio del juguete. Ahora aprieta de nuevo, y tras unos minutos le pedí que relajara, y tiré de nuevo sacando otro tercio, Y el juego continuó, apretando y relajando, sacando y metiendo, hasta que su coño comenzó a licuarse de nuevo, llorando esos hilos de viscoso y transparente flujo.

Mi verga estaba hinchada y el glande brillaba violáceo. Me puse tras ella y deslicé mi polla entre sus muslos, sintiendo inmediatamente su humedad. La cogí por el cabello y tiré hacia atrás haciéndole levantar la cabeza. ¿Sientes mi polla?, sí contestó. ¿La quieres? Por favor, rogó. Y comenzó a doblar sus rodillas para separar más sus muslos. Tenía las manos ocupadas, una en su cabello y la otra con el flogger, cuyas colas sujetaba hacia arriba para que no interfirieran en esa deseada cópula. Comenzamos a buscarnos y no tardamos en hacer coincidir su mojado y caliente coño con mi erecto miembro. Sentí en mi glande una humedad que abrasaba, y al sentirme, ella comenzó a agitarse poseída. Tranquila, no cometas dos veces el mismo error, le advertí, e inspirando profundamente aplacó su instinto. De un empujón entré hasta lo más profundo de su coño, comenzando a sentir su humedad en mis huevos, que colgaban abandonados en el abismo de su entrepierna. Aprieta fuerte, le dije, y comenzó a apretar, ciñendo sus paredes vaginales a mi verga. Sentía su presión y eso me enloquecía. Relaja, indiqué, pasados unos minutos, y mi polla quedó liberada, palpitando ahora ella por sí misma. Aprieta de nuevo, y volvía a apoderarse de mí, relaja, y me soltaba a su antojo. Y así estuvimos hasta que sentí como mis huevos activaban el mecanismo de descarga. Aprieta ahora fuerte, le dije y empujé hacia arriba con todas mis fuerzas, haciéndola casi perder el equilibrio. Me voy a correr, me dijo y le concedí su orgasmo, dámelo ahora, al tiempo que comenzaba a bombear mi semen en su interior y tiraba del cristal, sacándolo de su culo mientras se corría, todo ello con la sinfonía de gemidos, jadeos y gruñidos que salían de lo más profundo de nuestro cuerpo.

Su espalda brillaba sudada y yo sentía correr la humedad por mis huevos. Apriétame ahora, le dije, ordéñame hasta la última gota. Y comenzó a contraer y relajar rítmicamente, manteniéndome empalmado unos minutos más.

Orgasmo didáctico que le hizo ser consciente de lo que se siente cuando se aprieta y cuando se relaja, cuando el cuero cae sobre tu piel y cuando una mano consuela con una caricia. Sensaciones únicas al sentirse invadida en plenitud.



 

2 comentarios:

  1. Muy intensos los instintos que dan paso a nuevas y atrevidas fantasías...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre que los instintos sean dominables y las fantasías consentidas, adelante.

      Eliminar

Deja tu comentario sincero sobre lo que te ha parecido el relato. Lo leeré con mucha atención. Gracias.

LA TÉNUE LUZ DEL ALBA

La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...