Días lluviosos que invitan a, simplemente, dejar pasar el tiempo. Invitan a
emular el agua de la lluvia y a darse una ducha templada, con los ojos cerrados,
concentrado en como las gotas resbalan por mi piel y se deslizan por todos los
rincones de mi anatomía. Inspirando profundamente y, acaso, gimiendo con
timidez, cuando siento el agua en mi más sensible piel. Días que invitan a,
después de secarme frente al espejo, ponerme esa cómoda camiseta, sin nada más,
y mirar el ventanal en el que la lluvia resbala, dibujando senderos que son
recorridos gota tras gota. Días que invitan a recordarte en tardes así, tumbada
en el sofá con tu camiseta blanca y tus braguitas como únicas prendas. E
inspiro de nuevo y recuerdo el aroma de tu piel cuando mordisqueaba tu cuello,
y cómo me lo ofrecías girando la cabeza de un lado a otro mientras, hábilmente,
deslizabas una mano entre mis muslos buscando tu trofeo. Y como buceabas bajo
mi camiseta, la misma que hoy visto, ávida por palpar cada centímetro de mi
cuerpo. Y en estos días, con tus recuerdos, mi cuerpo reacciona y me torno
carnal. Y el deseo que habita en mí, disciplinado y contenido, se revela
salvaje e impertinente, haciendo que mi masculinidad cobre vida, que mi falo se
yerga y descubra, rozando el algodón de la prenda, y que esa suave brisa
recorra mis ingles, sofocando el calor de mis testículos, que cuelgan pesados y
cargados. Y me abandono, tumbado en el sofá donde tantas tardes lluviosas me
cabalgaste, al más egoísta onanismo. Agarro mi sexo y lo muevo sin prisa,
frotando la punta y bajando por el tronco hasta golpear mi escroto, tal y como
hacías mientras nos besábamos. Y aumento el ritmo, imitando los movimientos de
tu mano, que seguían el ritmo de las yemas de mis dedos en tu entrepierna. Y
elevo mis caderas, y arqueo mi espalda, y jadeo sofocado, y agarro mis huevos,
y los aprieto como queriendo sacar todo su jugo, y comienzo a lanzar
espasmódicamente chorros de semen sobre mi torso. Y recupero el aliento, la
flacidez vuelve a mi entrepierna, mientras las últimas gotas escurren de mi
interior y recuerdo tu rostro sonriendo por haber conseguido tu objetivo. La
camiseta manchada me hace levantar. Lavadora, ducha de nuevo, y el agua que
todavía resbala por los cristales del ventanal.
Me hubiera gustado tenerte aquí, y a ti, ¿te hubiera gustado estar?
Me gusta la forma en que trasciendes, según tú, de disciplinado y contenido a esa versión salvaje y evidentemente clara y no me cabe la menor duda de que a alguien seguro le gustaría estar allí...
ResponderEliminarSería un placer poder comprobarlo. Muchas gracias.
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