Y con un salvaje bramido salpiqué con mi elixir su espalda, mientras ella,
extasiada, se arqueaba y contorsionaba rítmicamente. Nuestros cuerpos,
sudorosos, se recomponían tras tan primitiva cópula. Todavía estábamos
recuperando el aliento cuando nuestras miradas se cruzaron y en su mirada vi el
instinto de esa mujer transformada en hembra, y mi corazón se desbocó al
despertar en mis entrañas al semental que la volvería a montar.
Volteándola, y sin pronunciar una sola palabra, me puse sobre ella. Nos
miramos de nuevo y esta vez vimos fuego en nuestras pupilas brillantes. Sus
gemidos me guiaron. Cobijándola bajo mi cuerpo, con los codos y las rodillas
apoyados, la mantuve en contacto sin dejar caer mi peso sobre ella, lo que
aprovechó para abrazar mi cintura con sus muslos.
Y mi falo encontró su húmeda pero cálida entrada.
Y sus talones se clavaron en mis nalgas.
Y mis caderas empujaron con fuerza.
E invadí por completo su interior, sintiendo como mojaba con su néctar mis
atributos, que contra sus nalgas habían chocado.
Y jadeó, se retorció, y en trance entró. Y sus caderas cobraron vida, y
contra las mías chocaron. Y mi lengua buscó sus pechos, que con deseo lamieron.
Y mi pubis le correspondió, a golpe de envite, y el suyo me acogió, sedoso
y ardiente.
Y la velocidad aumentó, y los ritmos acompasamos, y una melodía de gemidos,
jadeos y sexuales sonidos de nuestros cuerpos salieron.
Y con su mano buscó mi cuerpo y mis testículos agarró, y con ellos con
fuerza hacia ella tiró.
Y empujé inmisericorde, barrenándola con ímpetu, y sus uñas clavó en mi
espalda, y las arrastró, y mientras se corría bramé de nuevo, y en su interior
me vacié inundándola de semen.
Y mi peso cayó sobre ella y mi pecho con sus pezones rozó.
Y sus muslos me apretaron.
Y el aire sopló, el aliento recuperamos. La paz llegó.
Intensos deseos que ambos quieren satisfacer al ritmo de sus instintos culminando con una merecida paz...
ResponderEliminarPaz dichosa y compartida, paz de calma, paz de goce, paz de placer.
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