Sedúceme.
Al alba.
Por la mañana.
A mediodía.
Por la tarde.
Al ocaso.
Por la noche.
Cuando quieras.
A tu antojo.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Sedúceme.
Al alba.
Por la mañana.
A mediodía.
Por la tarde.
Al ocaso.
Por la noche.
Cuando quieras.
A tu antojo.
Noches de raso y satén,
sábanas de luna llena,
veneno bajo la piel,
suave es tu piel desnuda.
Deja que el sol se levante,
deja que la luz serena
forje en mi cuerpo su daga
y tu flor ansíe tenerla.
Deja que la paz se vaya,
prepárate para la contienda.
Lucha cuerpo con cuerpo.
Placeres
el alba siembra.
Tus uñas se clavan en mi espalda según profundizo en tu cuerpo,
hasta que mi carne arañas cuando el vaivén de nuestras caderas su ritmo marca.
Hoy me entraron ganas de hacer travesuras, hice una pequeña
regresión a mi más tierna infancia, pero, como en anteriores ocasiones, mi
fantasía y mi memoria me jugaron una mala pasada.
Me apetecía columpiarme, como cuando era niño, solo que, entre
vaivén y vaivén, mientras lo imaginaba, reparé en que mis caderas iban imitando
tan rítmico y lujurioso movimiento, y claro, entonces mi imaginación se
disparó, volando y recreando muchas maneras de disfrutar de un columpio, pero
compartiéndolo.
Te imaginé a ti, desnuda sobre el columpio y me imaginé yo,
ayudándote en el vaivén, solo que, en vez de empujarte desde tu espalda, estaba
frente a ti, y te ayudaba con perversos empujoncitos.
De repente volví a la realidad y una sonrisa se dibujó en mis
labios, no sin antes pensar que prefiero compartir columpio contigo ahora, que
columpiarme solo, como un niño.
¿Nos columpiamos juntos?
Despierta, tímido y a la vez inquieto. Suavemente las yemas de mis
dedos acarician tus pétalos aterciopelados, sonrosados, brillantes por el rocío
de la excitación. Resulta gratificante, es bonito, tierno, sentir como
reacciona al calor, a los besos, ver como despliega sus vaporosas alas
mostrando su belleza más oculta. Intuyo que desea ser objeto de la más perversa
de las pasiones. Llega el momento y disfruto de las íntimas caricias, siento tu
aletear alrededor de mí, me provocas, te deseo, llego a tu fin. Nuestros
cuerpos se agitan apasionadamente, nuestro corazón describe el momento,
nuestros gemidos denotan la pasión, nuestros fluidos se mezclan, nuestros
cuerpos se estremecen, nos besamos, caemos rendidos, uno frente al otro. La
pasión nos posee, somos sus esclavos, pero nos encanta.
Te deseo, siempre, a todas horas, en cualquier momento y en
cualquier lugar.
Si, tras la siesta, sigues con ganas, deja que, en el sofá,
testigo mudo del encuentro, apague el fuego que entre los muslos te abrasa.
Tú eres mi pensamiento sucio favorito.
Y con mi fantasía en la ducha disfruté.
Agua que recorre mi cuerpo acariciando todos mis rincones, como si
de tus manos se tratara.
Humedad caliente, sexo erguido, placer latente.
Mujer de oscuras intenciones, no perturbes la paz de mis
tranquilos diablillos o probarás la ira de mis lujuriosos demonios.
Fuerza y calor, dureza y brasas, placer y esplendor.
Te pedí autorización, y tus ojos aceptaron.
Y al tercer orgasmo suplicaste clemencia, apelando a la paz de tu
entrepierna.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...