Cuando te vengan las ganas házmelo saber,
que tu timidez no nos prive de momentos de placer.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Cuando te vengan las ganas házmelo saber,
que tu timidez no nos prive de momentos de placer.
Y cuando te asomaste al precipicio, un sutil empujón nos hizo caer
en el abismo del placer.
Entre pompas y pompas de jabón, puse la lavadora. Siempre
esperando a llenarla hasta que me veo sin bóxer para ponerme.
Necesito a alguien que gestione mi fondo de armario.
¿Lo harías tú?
Te invité a desayunar, pero tenías otros planes para mí.
Tu estómago callaba las demandas de tus muslos.
Alimenté tu ego hasta saciarte de placer.
Después, café.
En el templo de tu cuerpo encontré la redención de mis pecados.
Hay muestras inequívocas de intensidad supina.
Para recibir tu placer me vestí con mi mejor desnudo.
Y al contemplarte vi que vestíamos el mismo traje.
Los besos, por la mañana, saben mejor en la cocina.
Labios con labios, sentado entre tus muslos.
A la luz de la luna tu cuerpo domé,
obediente entrega en el centro de velas,
húmeda cópula de sangre y venas,
espasmos y orgasmos cuando te tomé.
¿Siesta? Desnudo e impaciente espero.
No tardes, no me desveles.
Monta tu potro alegre.
Ya dormiremos serenos
después de satisfecho el celo.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...