Hay cuerpos cruzados en profundo encuentro.
Nalgas que vibran y te hacen gozar.
Mentes lascivas que buscan provocar,
sexos mojados, sensibles, que comparten rezo.
Nada es lo que parece, pues hasta el más romántico de los hombres tiene su lado oscuro.
Hay cuerpos cruzados en profundo encuentro.
Nalgas que vibran y te hacen gozar.
Mentes lascivas que buscan provocar,
sexos mojados, sensibles, que comparten rezo.
Siempre supiste cómo besar.
Siempre dulce con tu acariciar.
Siempre atenta en tu saber lidiar.
Siempre firme. Sabes pisar.
Y queriéndote dar los buenos días, quedé atrapado entre tus
nalgas.
Tus caderas correspondieron, saludando cortésmente.
Y al besarnos nos fundimos en placer, quedando unidos por nuestro
íntimo deseo.
Íntima joya que adorna tu cuerpo, yergue tu carne, eriza tu piel.
En la húmeda dársena de tus muslos, encontró mi velero su mejor
puerto.
Con la ilusión de una niña, abriste
el regalo buscando tu deseado juguete. ¿Te gustó?
Cuando te vengan las ganas házmelo saber,
que tu timidez no nos prive de momentos de placer.
Y cuando te asomaste al precipicio, un sutil empujón nos hizo caer
en el abismo del placer.
Entre pompas y pompas de jabón, puse la lavadora. Siempre
esperando a llenarla hasta que me veo sin bóxer para ponerme.
Necesito a alguien que gestione mi fondo de armario.
¿Lo harías tú?
Te invité a desayunar, pero tenías otros planes para mí.
Tu estómago callaba las demandas de tus muslos.
Alimenté tu ego hasta saciarte de placer.
Después, café.
En el templo de tu cuerpo encontré la redención de mis pecados.
Hay muestras inequívocas de intensidad supina.
Para recibir tu placer me vestí con mi mejor desnudo.
Y al contemplarte vi que vestíamos el mismo traje.
Los besos, por la mañana, saben mejor en la cocina.
Labios con labios, sentado entre tus muslos.
A la luz de la luna tu cuerpo domé,
obediente entrega en el centro de velas,
húmeda cópula de sangre y venas,
espasmos y orgasmos cuando te tomé.
¿Siesta? Desnudo e impaciente espero.
No tardes, no me desveles.
Monta tu potro alegre.
Ya dormiremos serenos
después de satisfecho el celo.
Florero que la flor complaces,
mas agua no necesitas,
porque de entre tus muslos sale,
a base de pistilo y talle,
la más salada fragancia,
el elixir más preciable.
Cuando ante la belleza pétrea extasiada quedas,
ante la carne viva el placer deseas.
Mira, toca, besa, muerde.
Arranca, salta, cabalga,
exprime, goza, jadea.
Sólo quería darte los buenos días cuando tus ojos me pidieron que
te diera un buen amanecer.
Imposible no complacerte, como caballero, como varón, como hombre.
Beso la piel que voy a lamer.
Muerdo la carne que quiero comer.
Carnal banquete que saciará el atroz hambre que, entre los dos,
aparece al roce de nuestro ser.
Besos entre libros,
amor cultivado,
pasión sin recato,
encuentro encendido.
Yo te ofrecí un juego,
tú decidiste jugar.
Caviar, cava,
pasión, fuego.
Calor y sexo,
entrega y más.
Abandoné el calor que me daba tu cuerpo para prepararte mi mejor
café.
Sólo tienes que decirme cómo te apetece.
Agua que arrastro sobre mi cuerpo.
Fuego que freno bajo mi ombligo.
Humedad mojada entre mis muslos.
Con tus ojos callaste lo que mi boca rogaba.
Con tu lengua buscaste lo que mi cuerpo te daba.
Con tus manos rozaste, cogiste, moviste, lo que mi excitación
mostraba.
Con tus labios hiciste que me derramara.
Hora de tomar café.
Inspirador café.
Aromático café.
Intenso café.
Amargo café.
¿Me acompañas?
Y solo cuando conseguí mojar con sus jugos el algodón de las
sábanas, di por concluido el rito del amor.
Tras sentirte ciega, tu respiración se agita.
Tras sentir mi aroma, tu cuerpo se arquea.
Al escuchar mi voz, tu intimidad se excita.
Con un sutil beso, tu sexo se expresa.
Baño relajante con pétalos de rosa. Agua caliente que calienta
nuestros cuerpos. Roces, besos y caricias. Íntimo encuentro bajo el agua.
Placer húmedo.
Me encanta despertar por el roce de tu piel, por el calor de tu
cuerpo, por el olor de tu sexo. Deja que mordisquee tu cuello mientras me
sientes tras de ti y, de costado, te abrazo por la espalda. Deja que masajee
tus senos, mientras ronroneas apartando la cabeza a un lado para que pueda seguir
mordisqueándote los hombros. Siente como crezco al roce de tu piel, ejerciendo
entre tus muslos una excitante presión. Deja que deslice mi mano por tu
abdomen, bajando por tu ombligo, hasta llegar a tu nidito de rizos, para
juguetear con ellos, mientras tu cuerpo comienza a despertarse con los cálidos
fluidos de la excitación.
Dime que sí e invertiré todas mis fuerzas porque esta noche sea tu
noche más placentera.
Inspira hondo, huele mi piel, dime que sí.
La ténue luz del alba se colaba entre las cortinas reflejando bellas sombras sobre nuestros cuerpos desnudos. Todavía dormías, como un áng...